Entrevistas

Entrevista a mi abuela

Nació el 19 de julio de 1927, pero pasó un ciclón que destruyó el registro y en el nuevo la inscribieron con otro día de nacimiento, según ella, es una de sus particularidades. El pueblo donde abrió sus ojos al mundo por primera vez era el batey de un central azucarero, de estilo estadounidense, que albergó a chinos y asiáticos en su minoría, a jamaiquinos y haitianos, y por supuesto a cubanos. El Central Cunagua (hoy municipio de Bolivia), entre las lomas del centro-oriente de Cuba, vio nacer y transcurrir parte de la vida de Justa Caridad Borges Cárdenas, Beba para todes, mi abuela materna.

¿Dónde naciste, abuela, cómo fue tu infancia, cómo era tu casa?

Yo nací en el central Cunagua, en la casa de mi abuela. En la primera calle al número 5. Mi casa era una casa de campo, muy grande, hecha por mi papá. Todos los espacios eran grandes, el comedor, los cuartos, el patio. Muy cómoda, como había muchas allí también. Y me pasé la vida yendo a casa de mi abuela hasta que mis abuelos fallecieron.

¿Por qué te dicen Beba?

Porque fui la primera, era la bebé. Muchas personas me decían bebé, otras me decían Baby, y después Beba. Era la bebita de la casa. Nosotros fuimos una cadena, una detrás de la otra. Éramos 10 hijos en total, 5 hembras y 5 varones, y yo los cuidé a todos.

¿Cuáles son los recuerdos que más tienes grabados de tu niñez?

¿De mi niñez? La confianza que tenía mi mamá en mí para todo, y para cuidar de mis hermanos. Después yo sola, por mi cuenta, me hice cargo de coserles la ropita, de hacerles los delantalcitos y toda la ropita de mis hermanos.

¿Y cuándo fue que te hiciste maestra?

Bueno… cuando tenía 4 años ya yo sabía leer y escribir porque me enseñó mi papá, aunque fui a una clase particular. Papi entraba al central a las 7 de la mañana, y me dejaba en casa de mi maestra particular Alicia Souza que me quería mucho y me elogiaba mucho de que era muy inteligente a pesar de estar tan chiquitica, y con esos conocimientos yo enseñé a leer y a escribir a mis hermanos.

Pero después formamos una escuelita, con mis hermanos y los amiguitos que iban a la casa a jugar. Yo les decía “ven acá, siéntate ahí que te voy a enseñar a leer y a escribir” y así formamos la escuelita y el primer grupo. Después supe que Estela, una maestra de lejos, cobraba cincuenta centavos y se lo dije a papi. Pero él me dijo primero que no cobrara, y después que sí, y empecé a cobrar las clases, lo que más barato. A la mayoría no les cobraba, pero a dos que sí tenían recursos les cobré.

¿Y qué hacías con ese dinero?

Lo daba a la casa, o lo guardaba para mí, le compraba caramelos o panetelitas a los muchachos, chicharritas. Hasta que a los 9 años me cayó la menstruación, fui señorita, y mami me dijo que con ese dinero me comprara las íntimas.

¿Qué edad tenías en ese momento?

Unos 7 años

¡Siete años? ¡qué chiquita!

Sí, chiquita. Recuerdo que a mi hermana China, mami no quería que la presionara con los estudios porque era asmática, y en aquel tiempo se creía eso de que el asma también se padecía por la presión, pero no, le demostré que no.

Hablas de tu hermana China, que le decían así por sus rasgos asiáticos, y sé que en la familia tenemos de chino, de español, y por supuesto de africano ¿es así?

Sí así, mira, parte de mi papá fue fundamentalmente canario y mulata, y español también aunque fundamentalmente canario, venían de Cienfuegos, lo que es hoy Cienfuegos y llegaron para trabajar en el central. Y por parte de mi mamá tenemos de chino y de negra, que llegan al central también por trabajo pero desde Cárdenas. Ellos trabajaban en una casa de señores de esclavos, él de administrador y ella de cocinera, Cipriana, y se apellidaban “de Cárdenas”, pero llegaron aquí y se quitaron el “de” porque decían que no eran de nadie.

¿Y cuando te haces maestra de manera oficial? Porque hasta llegaste a ser metodóloga…

Antes de eso llegué a tener varios niños en la escuelita, varias niñas también, porque me gustaba mucho, era respetuosa y ellos también conmigo. Pero mi abuela se enfermó, y tuve que abandonar la escuelita, e irme a casa de mi abuela a cuidar de los dos, hasta que mi abuelo falleció. Pero que cuando el trabajador del central fallecía, te quitaban la casa, y la abuela tuvo que venir a la casa y yo seguir cuidando de ella.

Y después… con 10 años cumplidos ya… (suspira) tuve que venir para La Habana a cuidar de mi tía que estaba embarazada. Yo no tenía ganas pero me mandaron a mí, porque nací para cuidar gente. Y en La Habana, en La Lisa, en la calle Salud cumplí los 11 años.

¿Entonces cuándo retomas las clases?

Cuando ya regreso, decidí ser lo que yo quería ser, maestra. Pero me encontré con que no tenía certificado de sexto grado, en su momento me hicieron la prueba pero no tenia el título. Así que tuve que estudiar todo de nuevo y ya después del triunfo de la revolución es que logro titularme como maestra de primaria.

Después fui directora de escuela y de maestras, y por último me hice metodóloga a nivel general, que tenía que venir a La Habana a recibir cursos y a titularme. Eso con tu mamá nacida ya y becada. Así es que me pude titular de dos cosas Maestra Primaria y Metodóloga general.

¿Qué es ser metodóloga?

Inspeccionar escuelas, ver que cumplen con la metodología de educación, hacer informes sobre el trabajo y los resultados de los maestros, pero también tenía que estudiar en la Universidad para seguir superándome, era militante del Partido (PCC), en aquel entonces el sindicato trabajaba muy duro y yo también era del sindicato y cuadro dirigente en los Consejos de Dirección. Mucho trabajo, y mucha dedicación a la revolución.

Sé que tuviste reconocimientos que fueron muy importantes en tu vida, ¿cuáles fueron?

Fui Vanguardia Nacional en Educación dos veces, me trajeron a la Plaza de la Revolución para el acto del primero de mayo y estuve dos veces en la tribuna junto a Fidel. Fueron grandes momentos.

Y para llegar a esas metas y obtener esos reconocimientos, ¿tuviste que enfrentarte a algún tipo de discriminación porque eras mujer, o te tuviste que imponer como profesional ante los demás porque fueras mujer?

No, nunca.

¿Qué papel jugó mi abuelo en toda esa carrera de trabajo y de méritos, si es que participó?

Él… él me motivaba a superarme, a estudiar, a que yo aceptara cargos y propuestas de trabajo que sabía que era un ascenso para mí pero que iba a pasar menos tiempo en la casa. Incluso lejos, él insistía a que yo siguiera, a pesar que le iba a afectar su comodidad porque en aquel tiempo era el hombre en la calle y la mujer en la casa. Y él no. Por eso lo criticaron en el pueblo…

¿Por qué?

Porque se hablaba de nosotros, porque me había dejado ir a trabajar, ser miliciana, porque me dejó ser dirigente de la FMC (Federación de Mujeres Cubanas), cuando empezaba. Así lo veía el pueblo, sin embargo, no era que él me dejara, él me motivaba.

Conmigo y con tu mamá fue así siempre, de que nos teníamos que superar. Él me enseñó a manejar, pero me daba miedo, me enseñó a fumar, él le enseñó a manejar a tu mamá, desde los 8 años ya tu mamá manejaba bastante sola, eran cosas que en aquella época se asociaba a la emancipación de la mujer, y lo criticaban…

Tremendo machismo en el pueblo

¡Tremendo! Date cuenta que yo trabajaba lejos, en Ciego, en la ciudad, y tenía que entrar a las 8 de la mañana, entonces me tenía que despertar a las 4 de la mañana porque el primer transporte rural salía a las 5. Pero para regresar no había horario de salidas de guaguas hasta el central. A veces salía a las 6 de la tarde para llegar a las 9 de la noche a la casa. Eso, si salía el transporte, si no salía me quedaba a dormir en casa de mami y papi en Morón y no llegaba a la casa hasta el otro día por la noche.

Entonces tu abuelo se quedaba solo y tenía que hacer todo, tenía que hacer cosas que en aquella época los hombres no hacían, y yo hacía cosas que en el campo no eran bien vistas que hicieran las mujeres ¡Imagínate lo que enfrentábamos en el pueblo y en la familia! Porque eso era cada día. Él nunca antes había hecho esas cosas, pero aprendió a hacerlas por mí, por mi bien. Yo tampoco lo dejaba solo, cuando llegaba me ponía a adelantar y hacer todo lo que podía. Y así nos íbamos turnando, como en equipo.

Y ahora cuéntame ¿cómo conociste a mi abuelo?… ya yo lo sé pero no me canso de oírlo…

(La risa de felicidad es notoria)

Nosotros nos conocíamos, vivíamos en un pueblo muy chiquito. Pero a él le gustaba ir a la iglesia porque el padre de ahí le daba clases a los varones, así que creció allí e iba a misa los domingos. Y un día yo me fijo en él de manera más firme porque resaltaba de lejos, no solo porque era muy alto, sino por su educación, por sus modales… distinguía por entre los demás.

Y un día pasa por frente a la casa y yo me inclino por la ventana y me saludó de manera atenta diciéndome “bueeenas”, y yo le contesto el saludo. Y a los dos o tres días me llegó una carta de él, diciendo que yo tenía dos flechas, una en cada ojo (más risas)

¿Y qué decía la carta?

Ay… por ahí la tengo guardada. Fue muy respetuoso. Después te la enseño.

Carta, letra autógrafa de mi abuelo

¿Y luego…?

Él fue muy rápido, con esa velocidad de él me manda la carta, yo le contesto y a los pocos días mami me dice que Juan Antonio, el mayor de los Fuentes, había ido a hablar con papi a la sociedad de dominó para pedirle permiso de que fuéramos novios. Y en cuanto le dijeron que sí, fue a visitarnos para pedir la mano formalmente.

¿Qué edad tenías cuando se hicieron novios?

16 o 17 años, en el 44, y en el 48 nos casamos.

¿Y la vida de casada, de madre?

Muy bien, sin problemas la verdad.

¿Cuántos embarazos tuviste en total?

Cuatro.

¿Y cuántos lograste?

Uno solo, a tu mamá. A los demás los paría de 7 y 8 meses, pero se morían, duraban horas fuera de la barriga. Al último sí lo pude ver bien, era la carita de su papá. Sufrí mucho, porque luego escuchaba los comentarios que si se parecía a su papá, o a mí…

¿Cómo salías de esa tristeza?

Pues tu abuelo me sacaba al cine, nos íbamos de bicicleta, o nos íbamos en el carro, o íbamos a ver el boxeo.  Muchas veces iba a la casa de mami y papi, solo para acostarme en la cama de papi.

Y además una vez me contaste que una doctora te maltrató por el asunto de los embarazos perdidos..

Ah sí. Eso fue cuando la auxiliar de mi doctor me dio los resultados de los análisis de sangre y todos los estudios, y me dijo: “ah, pero los que matas a tus hijos eres tú, porque él es positivo y tú eres negativa”. Porque tu abuelo era A+ y yo B-, y no éramos compatibles, en aquel entonces no había ninguna vacuna ni ninguna tecnología que nos ayudara. Además después se descubrió que hacía placenta previa. Muy triste, muy triste…

¿Por eso entonces mi mamá se llama Milagros de la Caridad?

¡Claro! ¡Fue un milagro! Por todo esto que te digo, pero además cuando se me presenta el parto, estando ya en maternidad, mi médico no aparecía, desde el día anterior que no aparecía, y tras muchas horas de buscarlo el cuerpo de guardia, lo localizan que estaba en una casa en la playa de vacaciones. Ese mismo día se había formado una tormenta severa, de lluvia, viento, relámpagos, ¡todo! Así que todo estaba en contra de que el médico llegara, pero cuando llegó se sacó la camisa toda mojada, la tiró y me auscultó en camiseta, y al momento dijo “salón, salón”. Ya yo había tenido 3 hemorragias, y cuando me están preparando para la cesárea, pum otra hemorragia, y enseguidita pum, la última hemorragia, y me dije “me quedé sin sangre”.

Después cuando volví en mí ya era al otro día de madrugada, y la que me estaba cuidando me dice “oye, ya tienes que estar contenta con tu niña” y le pido que la quiero ver. Me dice que no, que no podía, y entonces no le creí, le dije que me mentía que se había muerto y empecé a llorar. Ella sale y regresa con un bulto como si fuera de sábanas y me dijo “mira, para que veas que no te estoy engañando, me estoy jugando el puesto por ti”. Y le di el primer beso a tu mamá.

Pero además, me contaron ese mismo día que la vi, que en cuanto terminó el médico la cesárea y sacó a tu mamá, la alzó mirándola y exclamó: ¡esto es un milagro de la Caridad! (de la Virgen de la Caridad del Cobre) Y ya, la bautizó, por eso se llama así.

¿Y cuándo se va mi mamá de la casa a estudiar, porque ya dijiste que estuvo becada?

A los 11 años

¿Cómo fue que, después de tanto esfuerzo para lograrla y siendo única hija y tan querida, la dejaron ir?

¡Porque era beneficioso para ella, podía estudiar algo que donde ella nació no podía! Ella solita lo pidió. Nosotros tampoco teníamos dinero para pagarle una beca, así que era por su bien. Fue un dilema, pero estaba en juego su futuro.

¿Qué pasó en la casa cuando se fue? ¿por qué un dilema?

En la casa, un vacío tremendo. Nos íbamos siempre a visitar a alguien, a ocupar la mente, a ocupar la vida… y un dilema porque fuimos criticados…

¿Por qué? ¿quiénes les criticaron?

Varios parientes y los amigos, fueron pocos los que no dijeron nada por haber dejado ir a tu mamá a La Habana sola a los 11 años. Era el año 64, hacía solo 4 años que había triunfado la revolución y corría el rumor de que el gobierno a los becados los mandaba a la Unión Soviética para convertirlos en carne enlatada. Eso decían casi todos. Que le iban a lavar el cerebro a la niña. Y otros que bueno, que era hembrita, una niña, y la estábamos dejando irse sola… Hasta un tío, casi todo el mundo en el pueblo.

¿Y cuándo decidieron venir a vivir a La Habana? ¿por qué?

Ya nacieron ustedes, las nietas (risas) La razón de nuestras vidas estaban aquí y además tu mamá necesitaba ayuda con ustedes, a ti no te daban el círculo, nunca te lo dieron, y así tu mamá no podía trabajar. La ayudé todo lo que pude con la crianza de ustedes. Sí, vinimos para acá y acá estamos todavía (risas)

Mis ancestras, y yo

Y después de algunos años de vivir en La Habana, mi abuelo se enfermó ¿fue muy largo el proceso de enfermedad o murió rápido?

No, fue rápido. Duró 10 o 15 días en el hospital. Él decía que no tenía lo mismo que su papá, porque su papá se tiraba en el piso del dolor. Pero yo le decía que no tenían el mismo tratamiento. Hasta que le descubrieron un tumor en el esófago, murió de eso, de cáncer.

¿Cómo fue perderlo?

Ay, vieja… y todavía… ¡todavía lo extraño! A veces hablo con él como si estuviera, como hablábamos nosotros, eso no se olvida…

¿Y la vida en la vejez? ¿Cómo es vivir la vejez?

Como se puede, no como uno quisiera que fuera. Quisiera que fuera más activa, tengo que buscar siempre qué hacer. Uno trata de no ser inútil, esa es la vejez.

Pero ¿no crees que es momento de descansar después de trabajar tanto en la vida, que la vejez también es para disfrutar?

Sí, pero me refiero a trabajar en lo que yo quiera, en lo que me gusta, coser, por ejemplo, me gustaría coser, tejer, y no puedo porque casi no veo bien. Aunque leo, leo mucho…

Y nos llenas la vida a nosotros, esa también es la vejez, no es inútil…

Sí (risas)

Y también la vejez es que Marcos te atormenta

(Risas) Sí, pero como lo extraño, se extraña mucho cuando no está.

Si tuvieras que definirte viendo el transcurso de tu vida, como mujer, ¿qué dirías de ti misma como resumen, como definición?

Hace poco le dije a Cary, a tu mamá, que yo creo que lo que he hecho toda mi vida, desde que yo nací y que nací para eso, es cuidar a los demás, cuidar a alguien. Porque desde que yo era muy pequeñita, yo tenía que cuidar a alguien, velar por alguien. Entonces yo nací para cuidar y enseñar a los demás. Me puedo definir como cuidadora, educadora, como veladora de los demás.

Gracias a mi madre y a mi hermana Ayi, por todo.

Madre, mujer negra, migrante nacida en Cuba. Abogada, investigadora, militante feminista y antirracista. Ahora escribidora

4 Comentarios

  • Emily

    Sin dudas tus abuelos fueron muy singulares para su época! Tú abuela especialmente por ser mujer, creo que estaban hechos el uno para el otro porque él supo entenderla y los dos entendieron lo que era más necesario para tu mamá Cary y rompieron cualquier costumbre y enfrentaron toda crítica. Esa historia de vida me encantó y tú entrevista genial

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