Yo sí sentí el cuchillo y la carne desgarrada,
los odios y la sangre,
el llanto imposible al borde del amanecer.
Sentí el olor a vísceras de las alcantarillas,
el pavor de los ojos arrancados
queriendo mirar a las hijas del futuro
—sin violencia.
Yo también sentí el descarne,
como quien rasga una ropa vieja con desprecio,
un tirón,
y dos,
¡y cientos!
Al cuerpo tibio y desordenado lo vi,
la cabeza sin rostro contemplando los brazos
y las piernas indefensas,
amputadas,
sin poder huir de la ignominia.
Y se repite ese olor
a tripas,
a miedo,
a grasa,
a sangre.
Sí,
esta vez ganó el espanto.
Yo también lo sentí.
(México, 12 de febrero de 2020)