Poemas de año
Él se aferra a mí Sobre mis hombros se desploma y en un tiempo paralelo Parece que se irá flotando Lo sostengo Como una ceiba enraizada al piso Lo sostengo O él me sostiene a mí Empujándome hacia la realidad que no quiero ver Y enterrándome en tierra firme Por primera vez estoy aquí Mirando al cielo Y no al revés: Mirando al mundo desde mis nubes Él se aferra, El llanto le sobrevive Nos sobrevive a los dos Más bien nos aferramos ambos al llanto A ese primero del que nacimos y que hacemos repetir de vez en cuando buscando certezas A ese llanto ahogado que nos hizo respirar después y vivir A ese manantial necesario de la resurrección Es el único destino posible Siempre nos esperará la luz Saldrá el sol quemante Y nos agarrará abrazados Inscriptos en la tierra En el césped En los frutos Y nos leerá la piel que reza… Que rezará en un murmullo En esta, nuestra humanidad, solo hay refugio para el canto
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Mayo sabe a hijo A parto Huele a nacimiento A tripa viva Sangre y llanto en la memoria Sudor y esfuerzo, El más intenso esfuerzo por vivir... Mayo Mes donde nos dimos (a) luz Mes de Marcos De Madre, de parida, De bebé meciéndose en mis brazos Leche en las tetas Lluvia afuera que cae Llanto, llanto de hijo Mes de mi sonrisa más iluminada De mis lágrimas más conscientes y severas De amor grave, sempiterno, Que se agranda y se multiplica Mayo de partirme en dos La de ayer y la de aquí en adelante No quiero ser más la de antes Me gusta(o) esta que soy ahora Madre, madre, por todos los cielos de esta fuerza De este amor tan sano, omnipresente Me inclino al universo a dar las gracias Me quedo con esta, Y con mi hijo.... Mayo...
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A tu salud, casa inmensa Hoy te lloré Con unas ganas de besar y abrazar los afectos que he dejado a la deriva Con ganas de rasgarme la piel y de llevarme todo dentro mío Arrancar la tierra desde las mismas entrañas de la montaña Y traérmela a pedazos de talavera, flores desérticas, árboles de vainas… Lloré las tejas y las paredes mostaza La palma que me falta Mis perras abandonadas Los colores, el tapiz y las máscaras, los adornos y los cuadros como abrigos del alma Quiero hacer el duelo que no me han dejado Llorar -hasta partirme- de la partida Festejar con vino, mezcal y cerveza, Hasta reventarnos la existencia.
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No puedo darte la muerte que mereces Me gustaría que fuera en tu cama tibia Con noventa años Dormido y acariciando el recorrido de una vida dulce y amorosa En una casa tuya Tuya y de los tuyos Con huertos y matas de aguacate y mango que sabías bien atender Con gallinas libres y tu caja de herramientas Las herramientas de repararnos las sonrisas Con esas ocurrencias tuyas del bosque y de los zorros, o las zorras ¿te acuerdas? Y un tallercito Para seguir dibujando paisajes sobre el cobre Esos mismos paisajes que alguna vez añoraste conocer. Estoy segura Me gustaría darte esa muerte en paz, silenciosa... Después de cenar unos buenos frijoles con plátanos fritos Después de darle un beso de hasta mañana a tus hijes y nietes, y.... Después de un baño con agua limpia y digna Siempre estuviste borracho, es verdad, de todo lo que no pudimos darte bien, y para bien Borracho de desamor De no encontrar la salida ni de saber regresar ni de sentirte comprendido Nadie... Los alcoholes del olvido te los quedaste tú solo y nadie supo cómo avivarte la memoria del nido cálido La lucecita esa que no está en ningún túnel sino aquí, dentro del pecho, no hicimos todo lo posible por volvértela a encender Quisiera darte otra muerte, que es como decir otra vida, o al menos todo mi amor completo Siempre estuviste en los mejores momentos y tengo eso en mi memoria Quiero que lo sepas Deja tu corazón al menos para tener la esperanza de que alguien vuelva a nacer en este mundo con uno similar Te debo el pan, la bicicleta, la herida aquella, el dentista, la despedida, la mirada de almíbar, el beso en la frente de mi hijo... Quiero darte otra muerte y no puedo No puedo, ya no se puede... Al menos escribo estas líneas mientras abrazo cada uno de nuestros momentos Decirte te amo, que te amo mucho No podré darte otra muerte pero sí susurrarte en versos que siempre te amé y mucho Entérate Nunca es tarde Adiós A tata...
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Sopla el viento en el Mayab Cálido, apenas húmedo Ciudad llana, chata, La ciudad de las grandes ceibas La vida gira atropellada Y las ceibas siguen impaciblemente Erguidas, despeinadas, abriendo sus brazos, Alzándose para tocar el cielo azul y rojivioleta No es el tiempo de sus flores Es el tiempo de sus frutos peludos Pompas de lana, semillas de pelusa blanca. A esta hora del ocaso la ciudad se bautiza de sus ceibas La brisa hamaca sus algodones por sobre nuestros techos, nuestras cabezas Flotan, garabatean su ritmo al infinito del viento No es nieve, ni lluvia, Es la hora en que las ceibas vuelan sobre el Mayab
Alina Herrera Fuentes, año 2021 Ilustración: Rebecca Hendin, tomada de Diario Femenino