Género

La población en riesgo del coronavirus en clave de género

Conversando con una amiga me preguntaba ¿quién es la verdadera población en riesgo del coronavirus?

La OMS ha señalado, desde el brote de la enfermedad, que la población en riesgo por coronavirus son las personas de más de 60 años de edad, las embarazadas y los niños, y además aquellas personas con padecimientos crónicos, que cuando se juntan dos o más patologías o enfermedades se habla entonces de población en riesgo por comorbilidad. Lo anterior atiende a factores biológicos, estrictamente médicos y por razones científicas. No hay discusión en ello, y está bien.

Sin embargo, ya lo ha argumentado el feminismo ene veces, la ciencia es patriarcal, apunta a la objetividad como verdad absoluta, y en ese afán, pierde el alcance transdisciplinario de un problema científico en específico. De ahí que, en la fatalidad que atravesamos hoy con la pandemia, podamos decir que el contenido de la población en riesgo que constantemente repiten nuestros gobiernos en sus conferencias, informes especiales o partes médicos, es de corto alcance.

El género del coronavirus

La pandemia, además de edad en riesgo, comorbilidad y otros factores, tiene género. Es un virus contenido—de contención— principalmente por mujeres, atendido en sacrificio de las mujeres, quienes llevan a cuestas una triple carga por este contexto, y en afectación trascendental para ellas. Veamos.

De las primeras medidas de mitigación que se llevaron a cabo por diferentes países para proteger a los niños y las niñas, y para desacelerar los niveles de contagio, estuvo la de cerrar las escuelas. En la mayoría de los casos no se pensó mucho, la suspensión de las clases se declaró casi sin titubear (salvo excepciones, como Cuba). Es una medida que no conlleva mucha afectación para las arcas de los Estados, tampoco erogación de importantes sumas de dinero para respaldarla, ni les plantea un gran desafío para generar alternativas al vacío de las aulas. Es decir, no es una medida que requiera de un respaldo redoblado de esfuerzos por parte de los gobiernos para llevarla a cabo: allí, en su lugar, y de gratis, están las mujeres. Y desde esta primera decisión hasta que se anunciaran el resto de las medidas que pudieran o no complementarla pasaron varias semanas.

Las madres fuimos las primeras que tuvimos que correr a recomponer las dinámicas diarias de nuestros hijes sin escuela. Todavía los gobiernos no se habían pronunciado acerca del teletrabajo, en los casos de las vinculadas al sector formal de empleo y que así se lo permitiera su desempeño laboral, cuando ya teníamos que suplir la ausencia de los centros escolares. Por lo que fuimos de las primeras afectadas en presentar los riesgos del ausentismo, de la solicitud de licencia, o del despido inmediato. Todavía ningún gobierno se había pronunciado respecto a los derechos laborales, al amparo de la ley, al ajuste de los procedimientos laborales en esta nueva circunstancia, que ya teníamos en casa la consecuencia del accionar político nunca pensado en clave de género.

Ni qué decir de la cantidad de madres con empleos informales, con autoempleos o en busca de trabajo, las que a todas voces están doblemente desamparadas.

Sabemos ya que la educación es una esfera sobrerrepresentada por mujeres, la mayoría del profesorado son maestras, así como el resto del personal de la educación, y en la medida que continúe la emergencia sanitaria por la epidemia, estas mujeres—directamente proporcional al tiempo de la medida— serán de las primeras que correrán el riesgo de quedarse sin sueldos, o con un salario afectado.

Por su parte, el sector de la salud también está sobrerrepresentado por mujeres. Ellas son las que, en mayor proporción, se exponen a enfermarse, siendo a su vez las más vulnerables en la medida en que, en sus casas, tienen que enfrentar la doble o triple jornada, pues aún las labores domésticas no son realizadas en paridad de género.

Los trabajos de cuidado también son fundamentalmente desempeñados por mujeres y, en crisis epidemiológica, se sobreentiende que estas labores aumenten exponencialmente. Así que allí están las mujeres cuidando enfermos, cuidando niños, atendiendo los hospitales y los centros de salud, cuidando ancianos, sea porque intermedie una relación familiar, o sea porque intermedie una relación contractual por trabajos de cuidado que, se hace necesario resaltar, muy pocas personas dejaron a las cuidadoras contratadas en sus casas recibiendo igual salario.

Y quiero hacer hincapié en otras mujeres invisibilizadas: el personal de limpieza. No solo se exponen a enfermarse, no solo son mujeres que siguen yendo a trabajar con salarios de subsistencia, indecorosos y explotadores, sino que son mujeres que no se llevan el reconocimiento de nadie. Todavía al día de hoy, estas mujeres que trabajan higienizando nuestros espacios, nuestros centros de asistencia médica y nuestra vida en general, no se llevan los aplausos. Así es que también el personal de limpieza, sobrerrepresentado históricamente por mujeres, tiene género.

Y son todas estas mujeres las que tenemos que regresar al centro de nuestras miradas, ellas pertenecen al centro de nuestras vidas, ellas sencillamente reproducen la vida de todas las sociedades: en la educación, en la salud, en la higiene, en los cuidados. Sin embargo, son trabajos tremendamente precarizados, son esferas que aún siendo públicas están siendo olvidadas por burócratas corruptos y por políticas neoliberales. Ellas son un reflejo del profundo desequilibrio de nuestros sistemas. Hoy percibe más salario un profesional de una actividad no esencial, que estas mujeres que se encargan en su día a día de reproducir la vida toda de una sociedad.

La comorbilidad real de las mujeres

La comorbilidad es un término que admite variadas definiciones, pero me voy a ceñir por la que ofrece la OMS, que no es más que “la ocurrencia simultánea de dos o más enfermedades en una misma persona”. Ya que el término ha aceptado criterios desde distintas disciplinas de la medicina, quisiera adaptarme a este nuevo lenguaje que escuchamos con frecuencia en estos días para acercarme al punto de partida de este escrito. También sufrimos comorbilidad de género en tiempos de pandemia, entendiendo por tal a la concurrencia de dos o más ejes de opresión en una sola mujer por el hecho de serlo, lo que nos condiciona a tener mayor vulnerabilidad y mayor desamparo social en contingencias sanitarias como las que vivimos hoy.

Pienso en las madres solas que son médicas o enfermeras. En las madres que a su vez tienen que cuidar adultos mayores. Pienso en las mujeres de la tercera edad que tienen a su cuidado personas de la llamada cuarta edad. Pienso en las madres sin escuela y sin dinero. En las mujeres solas “discapacitadas”. En las mujeres embarazadas que cuidan a personas dependientes. En las mujeres que se exponen a la enfermedad por su relación laboral o familiar, y que a su vez sufren violencia de género. Y la lista puede no acabarse nunca, si le interseccionamos clase, trabajo, ciudadanía/migración, raza, identidad, orientación sexual, etcétera.

Los ejemplos anteriores reflejan un complejo entramado de diferencias sociales que tienen razón de ser a partir de las desigualdades de género, y que se agudizan frente a las emergencias sanitarias. Desde ese punto de partida, la comorbilidad de género en tiempos de COVID estará dada por los puntos convergentes de la pobreza feminizada, la sobrerrepresentación de las mujeres en los sectores de salud, educación e higiene como se mencionó, el foco de los trabajos de cuidado que recae sobre las mujeres, las desventajas en el mercado laboral, el cierre de las escuelas, lo que no solo hace que nos tengamos que exponer más a la enfermedad sino que además exponemos más a las personas que cuidamos, porque ¿quién cuida a las que cuidan? Más que nunca se necesitan decisiones estatales y políticas públicas que acolchonen estas emergencias agudizadas de género.

Y hay más. En el actual contexto, cada uno de estos ejes empeoran. Si en condiciones de “normalidad” la carga mental, los trabajos de limpieza, higiene, cuidado, las tareas escolares, y la reproducción de la vida en general pesan sobre el cuerpo de las mujeres, entonces en condiciones de crisis sanitaria, estas mismas labores se triplican y trasmutan a un sobrepeso más saturado de lo habitual.

La comorbilidad médica, en emergencias sanitarias, requiere indiscutiblemente de la comorbilidad de género para atender, como un asunto de Estado y con eficiencia, a las poblaciones vulnerables, las que se quedan sin opciones, sin amparo, las que redoblan su trabajo no remunerado solo por el hecho de ser mujeres, las que se exponen doblemente y al mismo tiempo sufren de mayor vulnerabilidad.

El estado crítico de las mujeres en tiempos de COVID-19: la violencia de género

Todos tememos llegar al estado grave o crítico si nos enfermamos de COVID-19. La hospitalización implica soledad, miedo y, claro está, un riesgo indiscutible para la vida. La preocupación es latente, porque ya hemos visto que cuando la curva epidémica se empina, todo colapsa. Por eso los gobiernos han gestionado por todas las vías posibles—los bien comprometidos—recursos y personal para que los sistemas sanitarios no entren en caos y en déficit como en Europa. En otros casos, se han endeudado en todos los sentidos. Es decir, es visible la respuesta rápida y mancomunada de los Estados.

Paralelamente, las mujeres que sufren violencia de género ya se encuentran en estado crítico, no están hospitalizadas pero sí encerradas en casa con sus agresores la mayor parte del tiempo, llenas de miedo porque en buena medida se sienten en soledad para enfrentar situaciones de violencia que se repiten y se agudizan y, también, en riesgo contante de sus vidas. En condiciones de confinamiento como las que estamos viviendo—ya lo había alertado la UNFPA—la curva que mide la violencia de género también se empina. Aumentan exponencialmente los casos de mujeres agredidas, los feminicidios, las llamadas telefónicas a las líneas de urgencias y, así como los centros de atención médica, los refugios colapsan.

Las mujeres embarazadas se encuentran más vulnerables a sufrir violencia de género institucional, disminuyen sus chequeos pre-natales, la calidad de la poca atención médica disminuye, la atención obstétrica pasa a un segundo plano, aumentan los riesgos de mortalidad materna, perinatal e infantil.

A diferencia de la pandemia, y aun en su contexto, los gobiernos movilizan pocos o ningún recurso para atender esta problemática.

A modo de conclusión

Si la ciencia sigue sustentada en la objetividad, sin atender los criterios multidisciplinarios que la trascienden, seguiremos teniendo posturas y soluciones a medias en este tipo de crisis por parte de los Estados, debido al profundo enfoque patriarcal de los argumentos del conocimiento científico.

Pongámonos las gafas violetas y podremos ver que este virus tiene género, que la sostenibilidad de la vida en esta crisis epidemiológica está a cargo fundamentalmente de las mujeres, que también hace falta atender con urgencia este invento propio de comorbilidad de género, cuya tendencia al estado crítico es la violencia doméstica ascendente, sin atención y relegada.

Estamos en el contexto lamentablemente propicio para señalarlo, para reinventarnos en este estado de fragilidad, y para buscar soluciones de manera colectiva aún con el distanciamiento social. Devolver al centro de nuestras miradas todas aquellas personas que se encargan de lo esencial de la vida, de reproducirla y que contradictoriamente, han sido invisibilizadas, precarizadas, olvidadas por el sistema y también por la sociedad misma. Volvamos a repetir (valga la redundancia) cuáles son las actividades NO esenciales y no lo olvidemos cuando todo pase. Ya es momento.

Madre, mujer negra, migrante nacida en Cuba. Abogada, investigadora, militante feminista y antirracista. Ahora escribidora

Un Comentario

  • Eva González

    Se habla del trabajo poco valorado de la sanidad en la mayoría d las sociedades, ¿Y el aporte y trabajo de las mujeres??? Absolutamente invisibilizado y no valorado, Y ESO ES ABUSO, germen de todas las violencias. Si no APROVECHAMOS esta terrible crisis para poner en debate sobre la mesa el apoyo, retribuciones y compensaciones a las mujeres como SOSTÉN SOCIAL no nos acercamos ni un poco a lo q las constituciones dicen (a pesar del atraso q todavía tienen)

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