Dos poemas
Ella se masturba sola frente al espejo.
Ancho y alto le muestra toda su humanidad,
y sus demonios.
Se mira gustosa de sí misma,
gime, y se toca en círculos,
se muerde el labio inferior,
como muerde a los higos,
y se vuelve a mirar espléndida y poseída.
Abre la garganta como loba,
crujen las patas de la silla,
y se estremece el mundo.
Los vecinos ya saben que alguien murió de felicidad.
Despojada ya, se viste a medias,
cierra,
una vez más,
la puerta.
Tira las llaves a la basura,
y sale,
potentada y vívida,
a conquistar la ciudad que la condena.
(Alina Herrera, México, 2 de febrero de 2020)
Te puedo afilar la vida con mis labios,
—los que elijas—
sacarte las risas y las angustias a la vez
si me desnudo más allá de la piel.
Te puedo amanecer la mirada
si,
desde arriba,
y encandilada,
te alzo entre mis muslos embriagados.
Puedo clavarte todo el peso de mi humanidad inquieta
y despertarte las ganas de vivir
y de morir.
Responderte, agitada, que el mundo se salva
también cuando alcancemos igualdad de orgasmos.
Te puedo reventar las ganas,
mi amor,
con solo mirarte.
(Alina Herrera, Cojímar, 8 de enero 2020)
Imagen de cabecera, Dimitri Milán, Italia