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Dos poemas
Ella se masturba sola frente al espejo. Ancho y alto le muestra toda su humanidad, y sus demonios. Se mira gustosa de sí misma, gime, y se toca en círculos, se muerde el labio inferior, como muerde a los higos, y se vuelve a mirar espléndida y poseída. Abre la garganta como loba, crujen las patas de la silla, y se estremece el mundo. Los vecinos ya saben que alguien murió de felicidad. Despojada ya, se viste a medias, cierra, una vez más, la puerta. Tira las llaves a la basura, y sale, potentada y vívida, a conquistar la ciudad que la condena. (Alina Herrera,…