Entrevistas

Annick, historia de vida

Annick Woungly-Massaga Orret es, primero que todo y a modo de presentación, una mujer cubana muy histriónica, diseñadora de carrera y profesión, madre, migrante, afrocaribeña, y además tengo la enorme dicha que sea mi amiga desde hace aproximadamente 20 años. Sin embargo, su nombre y apellidos sugiere que su ascendencia cercana y sus raíces vengan de bastante más allá que las Antillas, y por ahí comenzaremos la entrevista:

P. ¿Quién es Annick, qué raíces la conforman como persona y si mi presentación como “mujer cubana” es totalmente así?

A. Cuando me preguntan sobre mis orígenes, a menudo digo que ando viajando desde mucho antes de nacer, y que simplemente estoy dándole continuidad a la tradición que comenzaron mis abuelos y bisabuelos. Pero mi analogía preferida se la debo a mi amigo Yorlán Cabezas, también diseñador, que cuando alguien preguntaba se adelantaba con la introducción: ¿Annick? Ay mijo, eso es un coctelito!!! (risas)

Por parte de mi madre, el padre de mi abuela era inmigrante español, y la familia de mi abuelo llegó a Cuba desde Jamaica, provenientes del Reino Unido.

Mi abuela paterna era francesa, y mi abuelo, quien vive aún pero a quien no conozco, es un político camerunés. Es justamente en el marco de su actividad política que llega a Cuba a finales de los años 60, con mi abuela -a la que había conocido en Francia, donde él había realizado sus estudios-, y sus cuatro hijos. Mi abuelo regresó solo a África y no volvió a Cuba, por lo que ninguno de los nietos nacidos en la Isla lo conoce. Esto explica por qué a pesar de mi apellido, no tengo una verdadera influencia africana que me fuera legada por vía familiar.

Respondiendo la última parte de tu pregunta, a pesar de este mestizaje, y de contar ya con tres nacionalidades oficiales (cubana, francesa y suiza, esta última adquirida en el país donde vivo) sí me considero una mujer cubana. ¿Totalmente? No sé, pero ¿quién puede declararse 100% cubano?

P. ¿Cuándo te decidiste por el diseño y por qué? Recuerdo claramente que eras buena en todas las materias, de excelentes notas ya fuera en las ciencias o en las letras, y el diseño no era de las carreras más nombradas ni más deseadas…

A. ¡Gracias, Alina! Efectivamente, no supe de la carrera de diseño hasta algunos meses antes de graduarnos del preuniversitario. Fue en 12 grado, cuando ya todos en la Lenin[1] estaban ajetreados planeando lo que pondrían en sus listas de prioridades de carrera y preparándose para los exámenes de ingreso, que un día vimos a Roberto, el artista del aula, que durante los tres años de pre nos había extasiado a todos con sus maravillosos dibujos, preparándose con vistas a un entrenamiento para las pruebas de aptitud de la carrera de diseño (hablo en plural pues incluyo a mi hermana gemela; habíamos hecho juntas toda nuestra vida escolar).

Annick y Yannick Woungly-Massaga Orret, hermanas gemelas, ambas diseñadoras. Su marca “ANNICK Y YANNICK”

A nosotras siempre nos había gustado dibujar, hacer manualidades, y en nuestra educación nos habían inculcado la preocupación de lo útil y lo bello. Como todavía no teníamos una opción de universidad bien definida, decidimos participar en los talleres. Allí nos explicaron de qué se trataba la carrera, y nos pusieron numerosos ejercicios de razonamiento, agilidad mental, creatividad, dibujo. Como bien dices, en ese momento era algo bastante desconocido, pero hoy me digo que es una carrera hecha a la medida para mí, que combina todas esas materias para las que, como bien dices, siempre me preparé: las ciencias, (geometría y cálculo), letras (redacción publicitaria, por ejemplo el uso de las figuras literarias en los eslogans), humanidades (estudiar el comportamiento del ser humano en sociedad, conocer las especificidades de su percepción y los determinantes culturales que influyen en ella, etc., para poder concebir mensajes eficaces, capaces de transformar su conducta), y por supuesto el ingrediente artístico.

P. En Cuba ¿dónde te desempeñaste como diseñadora?

Durante mi servicio social en el semanario Granma Internacional

P. ¿Por qué decides migrar?¿Por qué Suiza?

De alguna manera siempre sentí que me faltaba algo, con respecto a mi identidad. Quizás, aun si la difícil situación en Cuba hubiera sido otra, de cualquier manera habría ido a encontrarme con mis orígenes. Mi padre vivió en Suiza durante casi 10 años. Así que antes de irnos de Cuba definitivamente, mi hermana y yo ya habíamos venido de vacaciones en varias ocasiones.

En lo que al diseño respecta, Suiza es un lugar muy atractivo. Su estatus neutral durante la Segunda Guerra Mundial le permitió proseguir su desarrollo y engendrar una situación social y política favorable para sus diseñadores y los diseñadores europeos que emigraron al país para continuar sin obstáculos su carrera profesional.

Además, creo que no existe otro país en el mundo más representativo de la calidad que Suiza. Con su amor al trabajo bien hecho, su disciplina estricta y minuciosa, valores que concuerdan totalmente con mi visión, es un entorno profesional que siempre me interesó.

P. ¿Y no has pensado también en conocer Camerún? Lo digo como búsqueda de otra de las raíces de tu origen, y para tu profesión quizás como una fuente de inspiración adicional y distinta a la estética eurocéntrica…

A. Lo he pensado, claro. Pero primero haría falta conocer qué hay detrás del silencio casi total que siempre hubo en mi familia con respecto a mi abuelo, antes de tomar la decisión de ir al encuentro de una verdad que finalmente no me es vital, porque crecí sin ella, pero que en cambio podría ser dolorosa. Y como fuente de inspiración para mi desempeño profesional, por qué no. Los diseñadores somos curiosos y buscamos inspiración en todas partes. Pero sería, como dices, a modo de alternativa a la omnipresente influencia europea: no es algo que me definiría en mi trabajo como diseñadora.

P. ¿Cómo fue insertarse en el mercado laboral del diseño profesional en un país como Suiza para una mujer afrocaribeña? Obstáculos, privilegios, discriminación…

A. Tuve la gran suerte de ejercer desde el principio la carrera que estudié, conociendo ya la lengua local, en este caso el francés (en Suiza se hablan cuatro idiomas). En nuestros viajes habíamos conocido a varios diseñadores y gracias a esos contactos pude conseguir un trabajo en una agencia de diseño.

Por supuesto que hubo obstáculos y discriminación, y, al principio, experiencias extremadamente dolorosas, pero apartando esos hechos puntuales, debo decir que cada vez que he decidido cambiar de trabajo, no he tenido grandes problemas para encontrar un nuevo puesto. Creo que, si los suizos tienen la reputación de ser conservadores y estrictos en materia de migración, también son muy pragmáticos y se dan cuenta de cuándo alguien, precisamente por ser migrante, tiene una mayor motivación de salir adelante y está dispuesto a entregarse más al trabajo. Y entonces aquí podemos hablar de privilegio.

P. ¿Discriminación por qué razones?

A. Primeramente, la discriminación por ser mujer. Aunque la Constitución suiza lo prohíbe, las estadísticas demuestran que en la realidad las mujeres siguen ganando salarios bastante inferiores a los de los hombres. En segundo lugar mencionaría la procedencia geográfica. Mi tez bronceada y mi cabello ondulado delatan un origen tropical que para muchos es sinónimo de espontaneidad y alegría de vivir. Estas características funcionan muy bien en mis relaciones sociales en general; sin embargo, he notado que en el ámbito laboral suelen distraer a los interlocutores de mis reales competencias o de mi valor como profesional. Un par de anécdotas:

Poco tiempo después de haber empezado a trabajar en una empresa, la dirección organizó una comida en un restaurante. En mi mesa faltaba una botella de agua, y yo me levanté para tomar una de la mesa vecina, ocupada por colegas de la misma compañía. Uno de ellos, que evidentemente aún no me había visto en el marco del trabajo, me confundió con la camarera y se disponía a pasarme la orden.

Y la segunda, cuando fui a tomarme la foto para el sitio internet, donde cada cual posaba con un accesorio representativo de su función en la empresa (teléfono, lápices de dibujo, etc.), mi jefe me propuso posar con algo «tropical». Yo le respondí: ¿no tendrás por ahí un cocotero o un papagayo? (risas)

P. ¿Cómo valoras tu carrera teniendo en cuenta lo aprendido en la isla y lo experimentado en el extranjero?

A. Cuando evalúo mi trayectoria, me digo «lo logré». Estoy satisfecha con lo que he llegado a ser como profesional, y al mismo tiempo me entusiasma la infinidad de cosas que aún me queda por aprender.

En el Instituto de Diseño de La Habana adquirí conocimientos de gran valor, que fui reforzando simultáneamente con una intensa auto-preparación cultural. Al graduarme, mi principal objetivo y motivación como diseñadora era mejorar la vida de la gente, de «mi pueblo»: ser útil. Al insertarme en el mundo profesional me desilusioné mucho pues choqué con una realidad que no permitía el aprovechamiento de ese bagaje tan arduamente acumulado, y de pronto mi «misión» y todos los sacrificios emprendidos para su consecución dejaron de tener sentido. ¿Y qué buscamos más durante nuestro paso sobre la tierra que darle sentido a nuestra existencia?

Ese fue, junto a la mencionada cuestión identitaria, el otro elemento clave en mi decisión de emigrar definitivamente.

Cuando llegué aquí estaba un poco nerviosa; veía la excelente reputación de los suizos en materia de diseño como un desafío a mis capacidades profesionales. Me decía: «Ay Dios, viniste a bailar en casa del trompo». Pero cuando empecé a desarrollar proyectos y a obtener buenos resultados, cambié de frase popular y comencé a sentirme, ya definitivamente, «como pez en el agua».

P. Háblame de tus proyectos, sean colectivos o personales. Sé que algunos convergen con la emigración, con Cuba como eje temático, otros quizás con el feminismo o la lucha de las mujeres, otros con grandes corporaciones, cuéntame…

A. Paralelamente a mi trabajo «oficial», que me permite acceder a proyectos de envergadura y permanecer en contacto con colegas con quienes intercambiar directamente información y competencias, desarrollo varios proyectos. El más antiguo es la colaboración con Roby Pulido, gran músico cubano radicado en Zúrich. Desde 2010, año de mi llegada a Suiza, como parte de su equipo me ocupo de parte de la comunicación y de la gráfica.

Annick y Yannick con Roby Pulido en Langenthal Salsa Open Air, agosto 2019

Junto a mi hermana, desde el 2014 llevo a cabo el proyecto «Diseñadores cubanos por el mundo». Con él creamos puntos de encuentro y visualizamos el trabajo de los diseñadores cubanos, haciendo énfasis en la inclusión de los que residen fuera de Cuba, desdramatizando así el fenómeno de la emigración y resaltando el valor de lo que podemos aprender los unos de los otros. Hemos organizado exposiciones, talleres, concursos, y nuestra plataforma central es el sitio Web, en el que publicamos proyectos, noticias, entrevistas. (Visite el sitio en la siguiente liga https://disenadorescubanosporelmundo.org)

Siguiendo este enfoque que algunos califican de altruista, regularmente colaboro en causas que considero justas. Tal es el caso de los carteles para la manifestación de las mujeres en Suiza, en junio pasado. A pesar del gran desarrollo de este país, las mujeres todavía ganan 20% menos que los hombres, y tienen mucho menos acceso a los puestos importantes en las empresas. Es muy recurrente que cuando desean tener hijos, pierden sus trabajos o deben interrumpir sus carreras, ya que la Ley no les garantiza apoyo suficiente.

P. Cuál o cuáles han sido los proyectos que más gratificación te han dado, y de qué manera has sentido esa satisfacción.

A. Aquí he tenido la oportunidad de participar en proyectos de gran envergadura, desde concebir una campaña para un banco suizo hasta diseñar un reloj que va a figurar en la muñeca de un archiconocido actor hollywoodense. Pero por encima de esos grandes proyectos, buenos para exacerbar el ego profesional, sin dudas uno de los más valiosos para mí es la mencionada colaboración con Roby Pulido y su manager, Yudelvis Pérez, ambos (y los músicos que los acompañan) de gran calidad humana.

Es un proyecto maravilloso, que me permite mantenerme regularmente en contacto con mi cultura de origen. Además de la excelente calidad de la música, la alta profesionalidad hace que los resultados no se hagan esperar -el posicionamiento de la banda es excelente y el número de conciertos y la aceptación del público son cada vez más importantes-. La satisfacción entonces es doble. O triple, si cuento con el hecho de que he tenido la dicha de compartir escenario con Roby, como corista, junto a mi hermana.

Los pequeños proyectos puntuales que mencioné anteriormente también son una fuente de regocijo enorme. Siempre trato de centrarme más en lo que puedo dar que en lo que puedo recibir de los demás.

Por último, están los concursos de carteles. Nunca fui una gran entusiasta de estos eventos hasta que en 2018, queriendo adicionarle un poco de adrenalina a mi carrera, se me ocurrió participar en tres certámenes. Obtuve resultados en dos de ellos. Salí con una mención honorífica en el Festival Internacional de la Imagen de México y una medalla de bronce en la Bienal Internacional del Cartel de ese mismo país, el concurso de carteles más importante del mundo.

1. Fronteras, 2018. Mención honorífica en el Festival de la Imagen y las Ideas FINI (México) 2. Nadie debe morir por una declaración de amor. Medalla de bronce en la 15 Bienal del Cartel de México BICM. 3. Olympic Education, 2019. Concurso Internacional de Carteles con motivo del centenario del Comité Olímpico de Polonia.

P. Y supe que México tuvo la deferencia de enviarte la medalla de este importantísimo certamen a través de su embajada en Suiza ¿qué sentiste al recibirla? ¿cómo fue tenerla en tus manos y salir del consulado?

A. Una gran emoción y orgullo. Tengo que decir que en el consulado fui atendida con extrema dulzura. Yo me esperaba un trato más frío, más «oficial». No me esperaba, por ejemplo, que la embajadora se tomara media hora para entrevistarse conmigo, y que me pidiera contarle sobre mi trayecto de vida y profesional. Fue muy gratificante.

P. ¿Qué proyectos vienen en camino?

A. Para auspiciar todos estos proyectos, en el 2018 mi hermana y yo creamos finalmente la marca ANNICK & YANNICK. En ese momento hicimos únicamente un sitio internet y tarjetas de presentación, y ahora me gustaría desarrollarla un poco más. (Visite el contenido de la marca en la siguiente liga https://www.annick-yannick.ch )

Pero mi prioridad número uno es llegar a dominar el alemán a nivel profesional. El francés es muy hablado en Suiza, pero la lengua de Goethe es la primera del país, la lengua materna de la mayoría de los habitantes y la que se habla en los principales centros económicos y culturales del país como Zúrich, Basilea y Berna, la capital.

P. ¿Cómo llevas la maternidad, con el trabajo, el emprendimiento, el hogar, la familia?

A. Cuando me preguntan cómo logro hacer tantas cosas, lo primero que cito es el apoyo de mi esposo. Siempre consideró mi evolución profesional como una prioridad, sin ceder nunca a la presión del entorno familiar o social, bastante conservador, en el que por lo general las mujeres tienen tareas muy bien definidas en la familia, muchas veces en detrimento de su crecimiento profesional. En el hogar tenemos una repartición de labores (casi) pareja, y nunca me he sentido juzgada cuando he tenido que delegarle mi parte de los quehaceres para poder salir de viaje o quedarme hasta tarde en la oficina.

P. ¿Qué retos te siguen definiendo en tu vida profesional?

A. Desde el punto de vista puramente profesional, la asimilación constante de las nuevas tecnologías, que imponen cambios sin precedentes y acelerados en la percepción, el comportamiento y por lo tanto en la comunicación humana.

El otro reto es más íntimo y viene con la edad. Durante mi carrera he visto muchas personas experimentadas que, ya sea porque les temen o porque las subestiman, menosprecian a las nuevas generaciones. Pienso que es un signo de decadencia y de mediocridad, por lo que no me gustaría caer en ello. 

Hablando con mi hermana el otro día sobre los cambios en la vida, ella me decía que la edad, más que una cuestión de años es una cuestión de rigidez. Uno empieza a ponerse viejo cuando empieza a volverse reacio al cambio. Hasta las transformaciones físicas del organismo lo reflejan: ¿no son la artritis, el reumatismo y todas esas dolencias que dificultan el movimiento, típicas de la vejez? En fin, el desafío sería el de superar la tentación de reposarme sobre la experiencia adquirida, y mantenerme receptiva a las opiniones, visiones e influencias que, especialmente los más jóvenes, me puedan ofrecer.

P. ¿Qué le dirías a mujeres, como tú, diseñadoras, profesionales, que tienen que enfrentarse a obstáculos o desafíos, sea por los roles de género o por las condicionantes de movilidad, lugar de origen, raza, credo…?

A. Todos buscamos un lugar en el mundo, pero renunciaré a decirles que luchen hasta el agotamiento por alcanzarlo. Les diría que primero se pregunten si esos obstáculos y desafíos corresponden a sus verdaderos valores internos, o si en cambio constituyen una obligación impuesta a pagar por la consecución del supuesto éxito patriarcal, por la aceptación de la sociedad.


[1] La Lenin es como comúnmente se conoce al Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas, IPVCE Vladimir Ilich Lenin

Madre, mujer negra, migrante nacida en Cuba. Abogada, investigadora, militante feminista y antirracista. Ahora escribidora

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