Separatismo: La ilusión feminista de la ¿liberación?
El fenómeno del separatismo, dentro del feminismo, ha sido construido mediante diferentes métodos y por diferentes objetivos a lo largo de la historia. Entendiendo la estructuración excluyente del orden social de género por su jerarquía, en donde el sujeto varón ocupa un lugar de preponderancia social y política, mientras las mujeres no han sido su equivalente sino inferiores, entonces los espacios de formación y organización por la exigencia de sus derechos se comprende que hayan sido exclusivos para mujeres.
No obstante, en tiempos recientes, asistimos a un reforzamiento de la noción del separatismo, y a una ampliación del método como estrategia de lucha.
No solo con fines asamblearios o formativos las mujeres se están organizando y discutiendo sus intereses como colectivo, sino que, además, en algunos sectores se modela un futuro de la humanidad donde los hombres y las mujeres no tengan que intercambiar ningún tipo de espacio, ni político, ni social. Ejemplos sobran, desde asociaciones civiles, talleres, bibliografía, hasta acciones específicas de lucha.
Una de las razones por la que se sostiene el separatismo se basa en el sujeto político del feminismo. Defienden que, si es la Mujer el sujeto político que encabeza y direcciona los feminismos de América Latina, el Caribe y el mundo, entonces aceptar Hombres representa un peligro para la conducción del movimiento. Las limitaciones de estas aseveraciones abarcan diferentes aristas.
En primer lugar, este argumento recae sobre esencialismos biologicistas en donde tal pareciera que solo por el hecho de ser mujeres se es feminista, o que el hecho biológico genital que te señala como Mujer es capaz de proveerte para una lucha con conciencia de género y con un compromiso radical de transformar la sociedad en un sentido contrahegemónico. En sentido contrario, los hombres no podrían. Si la base fuera, en todo caso, la misma formación social de roles, estereotipos y relaciones de género, entonces el resultado político no fuera el separatismo en tanto las conductas y las conciencias son transformables.
La afrofeminista estadounidense bell hooks (2017) escribió, precisamente, un libro titulado El feminismo es para todo el mundo. En él se lee:
Las feministas con visión de futuro siempre han entendido que es necesario incluir a los hombres. Es un hecho que si todas las mujeres del mundo se hicieran feministas pero los hombres siguieran siendo sexistas, nuestras vidas seguirían estando limitadas. La guerra de géneros seguiría siendo la norma. Las activistas feministas que se niegan a aceptar a los hombres como compañeros de lucha —que temen de forma irracional que las mujeres empeoren si los hombres se benefician de alguna manera de la política feminista— han ayudado a que la gente mire al feminismo con sospecha y desprecio. A veces, las mujeres que odian a los hombres prefieren que el feminismo se quede estancado que enfrentarse a los problemas que tienen con ellos. Es urgente que los hombres alcen la bandera del feminismo y desafíen al patriarcado. La seguridad y la continuidad de la vida en el planeta requiere que los hombres se hagan feministas. (p. 147)
Justamente la autora repara en que las mujeres feministas que protagonizaron la lucha por la liberación de las mujeres en la década de 1970, terminaron siendo cómplices del sexismo y el sistema patriarcal, al asegurar sus intereses económicos bajo un reformismo que poco desestabilizaba el orden de desigualdades estructurales de género. Las feministas pertenecientes a clases privilegiadas, y generalmente instruidas y blancas, abogaron por un reformismo epidérmico que excluía expresamente a las mujeres empobrecidas y racializadas del movimiento.
En tal sentido, bell hooks y otras feministas negras han señalado que, en efecto, el sujeto Mujer no es totalizante ni universal para explicar las opresiones de género, por tanto, operacionalizar la lucha y los discursos desde un esencialismo separatista no abona el camino hacia la liberación de las mujeres ni de los pueblos.
Otra afroamericana que ha sido un baluarte para los feminismos no hegemónicos y que ha aportado grandes teorías que nutren la praxis política ha sido Patricia Hill Collins (1990). Entendiendo la necesidad de una radicalidad (de raíz) en la lucha por la emancipación de las matrices de opresión y discriminación plantea que un movimiento social que únicamente atiende a un tipo específico de desigualdad (de género o racial) está destinado a fracasar en cuanto a eficacia política una vez lograda la “igualdad” exclusivamente para ese grupo. Agregando que, relacionado a los feminismos, solo pueden fomentar la autonomía del grupo cuando promueve coaliciones eficaces con otros grupos.
En su ensayo titulado La política del pensamiento negro, Collins cita a Barbara Smith quien alega:
La autonomía y el separatismo son esencialmente diferentes. La autonomía procede desde una posición de fuerza, mientras que el separatismo se origina en una posición de miedo. Cuando somos realmente autónomas podemos tratar varios temas con otros tipos de personas y con diferencia, porque hemos formado una sólida base de fuerza. (Smith, B. en Collins, 1990, s/p)
Es decir, las distintas instancias en que opera el separatismo terminan afectando el objetivo principal que busca revertir la dominación y la discriminación de los grupos subalternos. Entonces, quienes operan bajo estas lógicas encontrarán, tarde o temprano, el exilio al interior del mapa de las fuerzas sociales contrahegemónicas. Sus efectos terminan siendo limitados y, sobre todo, esporádicos. Esto, si entendemos que los sistemas de opresión se reactualizan en su propia imbricación. Me refiero al entrecruzamiento del capitalismo, el colonialismo, el patriarcado y el neoliberalismo racista que fungen como los soportes de las injusticias sociales.
No es posible desactivar toda una estructura histórica y sistémica sin inoperacionalizar el resto de las columnas que sostienen, por igual, las desigualdades. No dejará de existir el patriarcado, si dejamos intactos al capital, al racismo o al clasismo.
Por tanto, reificar el sujeto Mujer totalizante como el único ente capaz de liberar a las mujeres en su más amplia pluralidad de sus opresiones resulta realmente incongruente con las realidades cotidianas de nuestros países, sus territorios y ciudadanía.
Dhalia de la Cerda, una joven filósofa, activista y escritora mexicana, nos invita a reflexionar sobre el separatismo en el contexto mexicano en su ensayo Separatismo: la mayonesa feminista. A partir de la herencia del feminismo de la diferencia y del feminismo materialista francés, la autora convoca a reflexionar sobre el accionar más reciente del separatismo mexicano que ha llegado, incluso, a minar las individualidades y la forma de relacionarnos socialmente, ya no solo con fines organizativos o de discusión estratégica, sino como una nueva forma de vida.
Desde convocar a marchas no-mixtas, hasta “no leer varones, no tener citas con ellos, no coger con ellos, no criarlos, no luchar con ellos, no darles apoyo emocional, trabajo, cuidado ni nada”, el separatismo entonces modela una forma de exclusión usando las causas feministas como su excusa. Me refiero a exclusión en tanto invisibiliza y discrimina la experiencia de las mujeres, feministas y colectivos racializados.
Incluso, desde espacios de feminismo lésbico se han denunciado las posturas del separatismo. Por ejemplo, el Colectivo del río Combahee publicó a finales de los años setenta una Declaración acerca de sus principios de acción política. En ella se lee:
Aunque somos feministas y lesbianas, estamos en solidaridad con los hombres negros progresistas y no abogamos por la fragmentación que las mujeres blancas separatistas demandan. (…) Sabemos que la liberación de todas las personas oprimidas requiere la destrucción de los sistemas económico-políticos del capitalismo y el imperialismo así como del patriarcado.
(…) nosotras rechazamos la postura del separatismo lésbico porque no es un análisis político ni una estrategia viables para nosotras. Deja demasiado afuera a demasiada gente, particularmente a hombres, mujeres y niños negros. (…) Como mujeres negras encontramos cualquier tipo de determinismo biologicista particularmente peligroso y nos parece una base reaccionaria sobre la cual construir una política. También debemos cuestionar que el separatismo lésbico sea un análisis y una estrategia política adecuados y progresistas, incluso para las que lo practican, ya que niega completamente todas las fuentes de la opresión de las mujeres salvo la sexual, negando los datos de clase y raza.
En efecto, el determinismo biológico ha hecho que los espacios separatistas, además de racistas, lleguen a construirse también bajo lógicas trans-excluyentes. La atomización del discurso separatista como fuente de seguridad y emancipación para las mujeres ha llegado a infiltrarse hasta en las zonas más básicas y cotidianas de la vida. Por ejemplo, contra los baños neutros o mixtos; contra las cuotas de personas trans en las universidades y centros laborales; o contra la participación de estas personas en reuniones o espacios feministas.
Es decir, nos encontramos ante un fenómeno que impacta los grandes movimientos sociales y sus luchas, hasta los espacios más cotidianos y la forma en que nos interrelacionamos.
Si bien es vital para los feminismos desplegar acciones efectivas en pos de la visibilización del papel de las mujeres, de fortalecer su protagonismo como sujeto colectivo, reservar espacios de exclusividad y, en efecto, diseñar políticas afirmativas; también resulta imprescindible que esta se acompañe de una visión interseccional, decolonial y que no se promueva como la vía exclusiva ni fundamental para alcanzar la emancipación de nuestros grupos, los históricamente excluidos.
La mirada crítica conlleva el escrutinio de estas acciones también desde una perspectiva de izquierda. Quiere decir, contrahegemónica. Y para ello emplear métodos similares a los que denunciamos no nos fecunda la lucha, al contrario, la simplifica a sus expresiones mínimas.
Si el propósito de los feminismos de abajo y de los márgenes consiste en subvertir el orden social de género, pero también de clase y raza, el método efectivo siempre será la articulación, allí donde nos encontremos bajo los mismos paradigmas de justicia social.
Fuentes
hooks, b. (2017). El feminismo es para todo el mundo. Traficante de sueños. Recuperado de: https://traficantes.net/sites/default/files/pdfs/TDS_map47_hooks_web.pdf
Collins, P. H. (1990). La política del pensamiento feminista negro. Recuperado de: https://campus.fahce.unlp.edu.ar/pluginfile.php?file=%2F370482%2Fmod_resource%2Fcontent%2F1%2FCollinspensnegroesp.pdf
Colectiva Combahee River. (2020). Declaración del Colectivo del Río Combahee. Recuperado de: https://www.moleculasmalucas.com/post/manifiesto-de-la-colectiva-combahee-river
De la Cerda, D. (10 de marzo de 2020). Separatismo: la mayonesa feminista. Tierra adentro. Recuperado de: https://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/separatismo-la-mayonesa-feminista/
Publicado en: Revista Memoria, Número 283. Año 2022-3, “¡Tenían que ser Mujeres!”.
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