Género

Las imágenes que nos miran

                                                                                        
  "Casi lloro mi destino,
la muerte es impúdica."
(frag. Mariana Nalda)

Subieron la foto de una chica al parecer borracha, más enajenada que consciente y en situación verdaderamente degradante, para denunciar la venta ilimitada de alcohol en las calles y la falta de control de las autoridades.

Publicaron en la prensa independiente la foto de cuerpo entero y en el lugar del crimen de una víctima de feminicidio que, por demás, estaba desnuda, para denunciar la violencia de género.

Compartieron en redes, y replicaron en la prensa digital, la foto del cadáver de una chica asesinada, también en el lugar de los hechos, por si alguien la conocía y la identificaba.

Medios de prensa locales publicaron el cadáver maniatado y semienvuelto de una mujer tirado en la carretera, para hablar de la necesidad de una respuesta gubernamental a la inseguridad.

Las intenciones de ninguna de las notas anteriores son malas por sí solas. Intentan denunciar, llamar la atención, socorrer y todas las buenas acciones que no ingenuamente se pretenden, pero  ¿por qué con nuestros cuerpos? ¿Por qué la barbarización de nuestros cuerpos? ¿Por qué la vandalización de nuestra dignidad?

Al decir de Rita Segato, la espectacularización del crimen, el rapiñaje sobre los cuerpos feminizados, la moralidad de la mujer siempre bajo la lupa, la degradación de nuestras integridades (físicas y morales) solo infligen más violencia sobre las violentadas, revictimizan más a las víctimas y humillan más a las humilladas.

No es más contundente aquella denuncia que viene acompañada con este tipo de imágenes, solo atrae más espectadores morbosos que personas comprometidas en cambiar la realidad circundante. Publicando esas fotos la gente podrá horrorizarse mucho, pero no por ello se va a horrorizar más con los problemas que las generan, todo lo contrario, llegan a naturalizarse.

La exhibición de los ultrajes, los dolores, las vejaciones de estas mujeres como maniquíes macheteados en las vitrinas duplica la violencia contra las mujeres, nos somete más como cuerpos cosificados con fines ejemplarizantes. Y aunque en la tozuda justificación de quienes lo hacen se repite que “somos voz de las que no tienen voz” o “quise llamar la atención por el bien de todes”, a pesar de estos buenos intentos, ellas nos miran aunque no tengan voz. Y nos miran preguntándonos si así nos quisiéramos ver a nosotras mismas, si así nos gustaría que nos exhibieran.

Es probable que las agencias de prensa, las editoras, los y las propias periodistas no cambien ética ni humanamente, pero al menos cambiemos la manera en que a partir de ahora nos asomemos a las imágenes de estas noticias atroces. Y cada vez que podamos, alcemos nuestra voces en contra de estas prácticas y por la dignidad de estas mujeres vueltas a atropellar.

Madre, mujer negra, migrante nacida en Cuba. Abogada, investigadora, militante feminista y antirracista. Ahora escribidora

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