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Rihanna, un diamante embarazado

El Super Bowl fue diferente este año. La larga espera de los sedientos fans terminó cuando Rihanna, quien desde 2016 no lanza discos ni hace conciertos, descendió de los cielos en una plataforma para animar el intermedio del evento. El partido final del campeonato de la National Football League (fútbol americano en los Estados Unidos) es seguido por millones de personas de todo el orbe. En su intermedio suelen presentarse cantantes de primer nivel, fundamentalmente originarios del país.

Hasta para quienes no gustan de esa disciplina deportiva, la noche del último juego del torneo puede ser atractiva. En especial, por la trascendencia mediática del evento. Y Rihanna logró reunir la mayor audiencia en el Super Bowl desde la presentación de Katy Perry en 2015. Un aproximado de 118,7 millones de personas sintonizaron el evento por televisión y también por Internet. El canal de YouTube de la NFL registró un total de casi 39 millones de visualizaciones ese día, convirtiéndose en el primer lugar de tendencias de videos de la plataforma.

La larga espera por la presentación de la barbadense se hizo sentir en las plataformas digitales desde días antes. Entre el 5 y el 12 de febrero (día del evento) las reproducciones de su música en Spotify aumentaron más del 640 % en los Estados Unidos. Luego de siete años sin pisar un escenario y después de haber dado a luz a su primer hijo, se pronosticaba un espectáculo inigualable de Rihanna, a la que habían antecedido en ese rol figuras como Michael Jackson, Madonna y Beyoncé (por citar solo algunos).

El pasado domingo 12 de febrero, finalmente, la también diseñadora y empresaria, fundadora de Fenty Beauty, ocupó el centro de atención del evento deportivo más importante del año en Estados Unidos. Descendió sobre la pista flotante, vestida de un flamante rojo bermellón y entonando las primeras notas de Bitch better have my money.

El recinto se llenó de ovaciones y flashes. La coreografía se desplegó con bailarines y bailarinas que simulaban una estética espacial al ritmo de los mejores y famosos hits de la cantante.

Rihanna vuelve a los escenarios en el Super Bowl (2023). Foto: tomada de Showmetech

A pesar del show artístico y la escenografía deslumbrante, Rihanna seguía siendo el foco de atención. Esta vez lo fue además por el escrutinio del que fue objeto su silueta: actuó embarazada. Antes de la confirmación de la cantante, las redes sociales se habían llenado de comentarios dudosos por el volumen de su vientre; además de los sexistas y misóginos, que también los hubo.

Una vez más, la artista se encontraba en el ojo de la tormenta por su apariencia física. Pasó antes, por ejemplo, hace pocos años, cuando publicó una foto haciendo topless, o en la semana de la moda en París en 2022, cuando, también embarazada, se apareció vestida de transparencia mostrando su ropa interior.

Las críticas se le han venido encima. Que si no bailó, que si se movió poco en el escenario, que si se esperaba otra cosa de ella (histrionismo, despliegue físico), que si se veía gorda, que si dobló y no cantó en directo, que si su ropa era inadecuada para un evento de esa categoría. Además, una variedad extensa de internautas la compararon con las intervenciones de Madonna, Shakira y Jennifer López (estas dos últimas en conjunto) en el mismo evento. 

Rihanna vuelve a los escenarios en el Super Bowl (2023). Foto: tomada de People.

En efecto, otras cantantes se han movido más en escena, y sus cuerpos —sexualizados— han sido parte del espectáculo. La exhibición del cuerpo es algo que se espera más de las artistas que de los artistas.

Rihanna, además de no disimular su panza y mostrarla, actuó “por debajo” de expectativas (hiper)sexualizadas de un grupo importante de público: usó un único traje que le cubría buena parte del cuerpo y se movió “poco” al ritmo de sus hits.

Rihanna vuelve a los escenarios en el Super Bowl (2023). Foto: tomada de Rolling Stone.

No interesa a esta autora adentrarse en la corrección moralista de lo que tienen que hacer y cómo deben lucir las mujeres en un escenario; más bien apuntar que, ciertamente, se espera una proyección sexualizada de nosotras; no solo en el mundo de la música y las artes, sino también en la vida cotidiana.

No obstante, más allá de la disquisición de adoradores y detractores, Rihanna, aun embarazada, actuó y los organizadores del evento o bien le respetaron el contrato en su condición, o lo concertaron ya en conocimiento. No es la primera vez que sucede (recordemos la actuación de Beyoncé en los Grammy de 2017 con su embarazo de gemelos); pero no suele ser recurrente, a pesar de que el 30 % de la industria musical esté compuesta por mujeres según Women In Music (WIM).

De embarazos y brechas laborales

Generalmente los cuerpos no-hegemónicos —entre los que se encuentran las gestantes— son excluidos de acontecimientos de impacto mediático, como el Super Bowl.

Las embarazadas y otras personas gestantes suelen encontrar obstáculos o discriminación por su estado en el mundo del trabajo. En EE. UU., los reclamos por discriminación relacionada con el embarazo aumentaron en un 35 % en la última década. Asimismo, desde 2001 hasta 2012 las cortes de ese país pagaron 150 millones de dólares por daños en casos de discriminación relacionados con la gestación. En Canadá, la Comisión de derechos humanos informó que uno de cada diez reclamos de discriminación está relacionado con el embarazo.

En México, una encuesta de 2016 reflejó que, de las mujeres encuestadas que se encontraban empleadas, el 17,3 % había sufrido alguna forma de discriminación laboral relacionada con el embarazo. Al 11,5 % se le había pedido una prueba de embarazo para acceder a un trabajo y al 3,6 % para continuar en él.

La propia Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha detectado que existen despidos como resultado del embarazo o formas de hostigamiento tan intensas que la persona se ve obligada a renunciar. Es común que se les exija que firmen garantías de que no quedarán embarazadas; otras son obligadas a someterse a una prueba de embarazo antes de iniciar la contratación y muchas veces se les niega la licencia de maternidad.

Esta experiencia la viví en carne propia en México. Estando embarazada y trabajando sin tener todos los beneficios laborales, informé a mis superiores de la gestación. Me rescindieron el contrato a los pocos meses de mi anuncio.

Más que fijarnos en los movimientos que hizo o dejó de hacer Rihanna en el Super Bowl, o en la ropa que usó o no se quitó, lo ejemplarizante que deberíamos recuperar del acontecimiento es que una embarazada haya logrado actuar en escena. Que se le respetaran sus derechos e hiciera valer su gravidez frente a los ojos del mundo.

No estamos hablando de cualquier persona; Rihanna es una artista millonaria a la que pisotearle un contrato podría salir muy caro. No obstante, simbólicamente, plantea el escenario posible y deseado para empleadores y empleadas y, sin duda, una novedad en el mundo del espectáculo.

¿Cuerpos gestantes no desean? 

Por su embarazo, según algunas reacciones en las redes, Rihanna se convertía automáticamente en un sujeto que no despierta deseo. Y esto se ha reivindicado como un “logro” frente al fenómeno de la hipersexualización de las mujeres en la pantalla y los medios. Una especie de “Rihanna embarazada vs el patriarcado sexualizante”.

Sin embargo, me pregunto si de verdad nos interesa deserotizar/desexualizar a las personas gestantes. ¿Por qué? ¿De qué manera podría ser revolucionario o transgresor? ¿Por qué asumir que una mujer embarazada equivale a un sujeto deserotizado?

Las religiones hegemónicas y la moral judeo-cristiana han incidido en la construcción de la mujer gestante como objeto de pureza y castidad, exenta de deseo. La imagen toma fuerza y se reproduce a través de diversas formas narrativas; los medios e, incluso, la medicina. Se opone a la mujer deseante y deseada, cuya fetichización excluye el ideal de cuerpo gestante, y es modelada por patrones de belleza hegemónicos subordinados —muchas veces— a los designios sexo-eróticos de la masculinidad.

Ante esta dicotomía, algunas vertientes del feminismo, en su afán por evitar la hipersexualización sobre el cuerpo de las mujeres, ha producido como efecto colateral que, por ejemplo, una mujer embarazada se vea como un sujeto no deseado. El “efecto Rihanna” en el Super Bowl lo demuestra.

Recuerdo la película Her (2013), dirigida por Spike Jonze y protagonizada por Joaquin Phoenix y Scarlet Johansson (siempre en off). En la cinta hay una escena, muy bella y erótica, en la que el protagonista fantasea sexualmente con la imagen de una mujer embarazada desnuda. Llama la atención en tanto se suele des-sexualizar a las personas gestantes bajo la justificación de varios mitos: la fragilidad y pureza de las embarazadas vs lo “pecaminoso” del sexo.

Sobre la discusión persisten ideas erróneas: que las relaciones sexuales durante el embarazo pueden dañar al feto; que pueden provocar un parto prematuro; que se pierde la libido y la lubricación por los cambios hormonales. También es un mito que el orgasmo sea abortivo o que el feto recordará el coito. Sin embargo, uno de los principales tabúes del sexo en la gestación suele estar relacionado con el hecho de que el cuerpo de una persona embarazada no sería atractivo.

Claro que existen casos en que, durante la gestación, el reposo sexual es indicado clínicamente por alguna causa médica. No obstante, están muy distantes de la ciencia las fabulaciones construidas durante siglos en torno al estado de gravidez y la sexualidad de la mujer gestante.

Durante mi embarazo me sentí lejos —física y emocionalmente— de la deserotización a la que aparentemente estamos “destinadas” mientras gestamos. Mi deseo en esa fase se mantuvo intacto y viví la sexualidad desde otras dimensiones. En ese proceso aprendí que puede existir en la gestación una potencia erótica y sexual. Para mí fue un proceso espontáneo, pero a medias, porque también me sometí conscientemente a un auto escrutinio, a una revisión y cuestionamiento de mi propia experiencia y a un desmontaje intencional de estos mitos. Tuve la certeza —más aún— de la pobreza de nuestra educación sexual. Llega a ser muy vetusta.

Rihanna desplegó potencia en el escenario, momentos de baile y gestualidad eróticos y sugerentemente sexuados. Pero, sobre todo, derrochó talento en su actuación y proyección escénica, entendiendo su condición, la altura de las pistas flotantes y lo desafiante del evento mismo.

Me encantó verla y disfruté muchísimo del espectáculo. Su sola presencia como mujer gestante, acompañada de los beats de We found loveUmbrellaRude boy y Work mientras bailaba —claro que sí— la hizo brillar como un diamante.

Imagen: Doug Mills, tomada de The New York Times.

Publicado en: OnCuba News

Madre, mujer negra, migrante nacida en Cuba. Abogada, investigadora, militante feminista y antirracista. Ahora escribidora

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