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Mujeres afrodescendientes en Cuba y la Tarea Ordenamiento (I)

Las mujeres afrodescendientes conforman uno de los sectores poblaciones vulnerables en Cuba. Si entendemos la pobreza como “situación generada en parte por la falta de activos productivos o incapacidad para el uso eficiente de los que se poseen” y a la vulnerabilidad como “situación caracterizada por la susceptibilidad a sufrir algún daño o perjuicio dada la reducida capacidad para ajustarse o adaptarse a determinadas circunstancias”, podemos decir que este grupo poblacional ha llegado a la crisis provocada por la COVID-19 en situación de empobrecimiento y con brechas que responden, fundamentalmente, al sexo-género y la raza. 

Cuba, que viene inmersa en reajustes económicos desde los años 2010-2011, se ha planteado una nueva estrategia para actualizar el modelo en un escenario de crisis agudizada por la pandemia de la COVID-19. En este contexto, en julio de 2020 el gobierno y el buró político del Partido Comunista de Cuba (PCC) aprobaron la nueva estrategia económica y social dividiéndola en dos etapas básicas: la primera relacionada con la recuperación inmediata de la actividad económica mediante la desescalada de las medidas asociadas a la pandemia, y la segunda vinculada al fortalecimiento de la economía nacional.

Como parte de estas reformas, en diciembre de 2020 el presidente Miguel Díaz-Canel anunció el inicio de la “Tarea Ordenamiento” en el ámbito económico y monetario y, a la par, el arranque del “Día cero” en que comenzaría la unificación monetaria. 

Algunas de las principales medidas que se han ido tomando, y que se relacionan con el presente análisis, son: 

  • Descentralización de la asignación administrativa de recursos, aunque continúa la planificación centralizada del Estado.
  • Vinculación de los diferentes actores económicos entre sí, tanto estatales como no estatales.
  • Autonomía de la gestión del sector empresarial.
  • Unificación monetaria.
  • Venta de productos de gama media y alta en MLC (Moneda Libremente Convertible: moneda cambiaria de la divisa extranjera, interpretada como dolarización parcial).
  • Perfeccionamiento y ampliación del trabajo por cuenta propia (TCP) y de las cooperativas no agropecuarias. 
  • Eliminación de subsidios y gratuidades indebidas.

Diseñar la implementación de estas medidas, implica reconocer las desigualdades sociales y las crisis económicas preexistentes. De hecho, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel ha reconocido en sus discursos que no son medidas que beneficiarán a corto plazo ni a mediano plazo a los segmentos de la población más desfavorecidos. A propósito, el analista económico Pedro Monreal ha alertado sobre la necesidad de incluir una perspectiva del efecto distributivo de las medidas y una evaluación respecto al test de crecimiento inclusivo que alcancen a los sectores más vulnerables de la sociedad. 

Bajo estas premisas y dada la escasa publicación de estadísticas oficiales, resulta complejo comprobar que las mujeres racializadas engrosan, proporcionalmente, varios de estos grupos vulnerables, y que han sido de las menos favorecidas con los reajustes económicos de los últimos años. No obstante, algunos datos extraídos de encuestas parciales y estudios de organizaciones no estatales, y otros de censos oficiales, permiten describir una parte del escenario social donde estas medidas desplegarán sus efectos. Aunque los datos no siempre están desagregados atendiendo al color de la piel y al sexo simultáneamente, varios indicadores, si se entrecruzan, confirman estas desigualdades imbricadas, como veremos a continuación.

Cambios económicos, moneda cambiaria y desigualdades

A partir del 2010, como parte de las estrategias implementadas para hacer más eficiente al sector estatal cubano, se desinflaron las plantillas sobregiradas de trabajadores estatales declarándoles «interruptos» y «disponibles» para disminuir los costos salariales y aumentar la productividad de las empresas. Sería el nuevo sector privado y cooperativo el que absorbería esta fuerza de trabajo liberada, aumentando la oferta de bienes y servicios.

Esto provocó un éxodo a gran escala hacia el sector no estatal —específicamente al “cuentapropista”— de personas que se quedaron sin empleo. Se calcula que en 2011 quedaron liberados en Cuba 500 mil empleados del Estado y se tenía previsto que para el 2015 la cifra ascendiera a 1,8 millones. La investigadora Ailynn Torres Santana calcula que “1 millón 100 mil personas salieron del sector estatal entre 2010 y 2019”, aunque apenas un poco más de la mitad de los desempleados logró insertarse en el Trabajo por Cuenta Propia (TCP)

Hasta la actualidad no se ha podido verificar quiénes fueron las personas más afectadas con esta política, si fueron en su mayoría hombres o mujeres, personas afrodescendientes o no. Sin embargo, existe una hipótesis de que, ciertamente, fueron las mujeres las más afectadas y que han sido las personas racializadas las que en menor medida han podido beneficiarse de los cambios articulados1 que analizaremos a continuación. 

Movilidad de la población, acceso al capital y nuevas desigualdades

La ampliación de actividades para el sector privado derivadas del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) en el año 2010 vino de la mano de la eliminación de restricciones para viajar al exterior en 2013. Esto condicionó que los beneficios de viajar al extranjero trascendieran el ámbito meramente personal y de sostén de la vida cotidiana, para convertirse en una vía de acumular capitales iniciales de inversión para negocios por cuenta propia. Sin embargo, todas estas medidas profundizaron algunos niveles de desigualdad en la sociedad cubana. 

Según la encuesta nacional sobre migraciones del año 2018, del total de cubanos que viajaban al exterior con el objetivo de atender negocios propios, el 65 % eran hombres, y solamente el 35 % eran mujeres. Al mismo tiempo, las personas blancas eran mayoría entre los integrantes de la movilidad hacia el exterior.

Otra encuesta realizada en el 2019 por el Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) confirmó las desigualdades raciales. Del total de encuestados, el 31 % de las personas blancas afirmó haber viajado al exterior desde las reformas del 2013, en franco contraste con el 3 % de afrodescendientes que también declararon haberlo hecho.

El comportamiento de las remesas también refleja esta desigualdad. La encuesta de GIGA reflejó que, del total de encuestados que declararon recibir remesas, el 78 % fueron personas blancas y solo un 22 % fueron afrodescendientes. Un estudio realizado en 2020 reflejó que los hombres cubanos reciben mayor apoyo económico del extranjero que las mujeres. El 42 % de los hombres había podido acumular un mayor capital para iniciar un negocio por la vía de las remesas, mientras las mujeres solo un 22 %. 

Asimismo, la posibilidad de iniciar un negocio en Cuba mediante la disposición de ahorros ha sido más recurrente en hombres que en mujeres. El estudio llevado a cabo por GIGA también demostró que, mientras el 62 % de las personas afrodescendientes y el 12 % de las blancas conservaban ahorros menores a los 100 CUC; el 45 % de personas blancas lo hacía con ahorros superiores a los 500 CUC y de los afrodescendientes solo el 8 % lo tenían en ese rango. Es decir, los hombres blancos son los que mayor capacidad de ahorro tienen en Cuba; y si interpretamos los sesgos raciales y de género, tal vez las mujeres afrodescendientes sean las más desfavorecidas.

La vivienda y su relación con el reajuste económico

Otro de los cambios que facilitó la prosperidad de algunas actividades económicas privadas fue la posibilidad de compraventa de viviendas. No obstante, no todas las personas se beneficiaron por igual de esta medida. Dos de las actividades cuentapropistas más lucrativas y prósperas han sido el arrendamiento de habitaciones, espacios y viviendas, y la elaboración y venta de comida en paladares, restaurantes y bares, todas realizables dentro de los límites de un inmueble. 

Sin embargo, el censo de población y viviendas según el color de la piel del año 2016 reveló que la distribución de tipos de viviendas presentaba inequidades raciales. Mientras que las familias blancas ocupaban más viviendas calificadas como casaslos apartamentos y las habitaciones en cuarterías estaban sobrerrepresentadas por familias negras y los bohíos por mestizas.

Las peores condiciones de vivienda y hacinamiento también se encuentran concentradas en los hogares cuyas jefaturas son de personas afrodescendientes. Según el censo mencionado: “Los hogares de personas negras son más pequeños que los de blancos y especialmente que los de mulatos”. En cuanto a las condiciones, un indicador que ilustra la desigualdad es el relacionado con las viviendas Improvisadas: “Las viviendas improvisadas encabezadas por personas negras y mestizas duplican a las de las blancas”.

En general son datos que muestran la disparidad de condiciones que presentan las personas afrodescendientes para emprender un negocio por cuenta propia o una micro o pequeña empresa dentro de sus viviendas.  Además, ilustran una desigualdad social marcada fundamentalmente por el color de la piel.

Si vinculamos lo señalado en párrafos anteriores con relación al acceso a la moneda cambiaria, la desigualdad en los ingresos y la posibilidad de adquirir un inmueble por medio de la compraventa autorizada desde el 2011, las inequidades se repiten.

Desventajas en los cuidados 

Igual de importante resulta destacar las desproporciones en los trabajos no remunerados, entendiendo por este el trabajo doméstico y el de cuidados. La encuesta nacional sobre igualdad de género del año 2016 arrojó que las mujeres dedicamos 14 horas semanales más a los trabajos de cuidado que los hombres. En específico, las mujeres dedicadas al trabajo en el hogar sin remuneración dedican unas 18 horas semanales, y las mujeres con empleos remunerados dedican 10 horas. La brecha es notoria.

Según el Censo de Población y Viviendas del 2012, los hogares encabezados por mujeres solas (divorciadas, separadas, solteras y viudas) representaban el 62,8 % del total de jefes de hogares solos, contra el 37,2 % de aquellos compuestos por hombres. Sin embargo, son las mujeres afrodescendientes las que representan las mayores cifras. Del total de mujeres mayores de 15 años según el color de la piel, las mujeres negras concentran una proporción del 49,1 % como jefas de hogares solas, contra el 40,9 % y el 39.5 % de mujeres mestizas y blancas, respectivamente.

Enfrentar los trabajos de cuidado o la doble jornada, según el caso, siendo jefa de hogar sola y adicionando las desventajas comentadas anteriormente debido a sesgos raciales significa mayor precarización y un desplazamiento más agudo hacia los márgenes sociales. 

Continuará…

*En la segunda parte de este texto abordaremos cómo ha afrontado el gobierno cubano estos desafíos y cómo reorientar algunas políticas para beneficiar a este sector de la población cubana. 

Nota:

1 Romay, Z., Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad. Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana, 2014.

Foto: Kaloian Santos Cabrera

Publicado en: OnCuba News

Madre, mujer negra, migrante nacida en Cuba. Abogada, investigadora, militante feminista y antirracista. Ahora escribidora

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