Género

El Mujerómetro

Escribió bell hooks que “Hay que transformar al enemigo interior antes de que podamos enfrentarnos al enemigo exterior. La amenaza, el enemigo, es el pensamiento y el comportamiento sexista.”[1]

El eje fundamental de opresión del patriarcado, es el sexismo, que no solo es ejercido por hombres sobre cuerpos feminizados, sino que las propias mujeres traemos arraigada la idea de competir entre nosotras mediante patrones comparativos diversos, entre ellos la belleza, la perfección y el éxito.

En el mundo occidental y hasta prácticamente la mitad del siglo pasado, las mujeres teníamos un solo modelo a cumplir para la consecución del reconocimiento social, es decir, en el orden patriarcal y de cara al sistema solo había diseñada una única opción de mujer exitosa. Reproducir la vida al interior de los hogares y cumplir con los mandatos del amor y la familia, era la meta. Esa mujer sacrificada en los roles del cuidado de los hijos, la casa y el marido, sometida bajo la moral victoriana y la imagen de María como mujer y madre perfectas, era el diseño. Pero algo más. Tendríamos también que ser juezas de las otras.

Los postulados de la liberación de las mujeres, a contrapelo del modelo de feminidad tradicional, fueron enarbolados durante la segunda ola del feminismo en Estados Unidos, durante los años ‘60 y cobrando mayor fuerza en los ‘70 y ‘80. El movimiento se definió sobre la corriente de la lucha por los derechos civiles, la revolución sexual y la liberación de los cuerpos. Demandaban iguales derechos laborales, derechos sexuales, derechos reproductivos y el entierro de aquel “diseño de mujer”, tanto estética como funcionalmente.

No usar ajustadores, llevar pantalones, no usar tacones en la oficina, sostener relaciones sexuales libres, evitar el maquillaje, son breves ejemplos que en términos de belleza se instauraron. La igualdad salarial legalmente fue lograda, así como la igualdad educativa, la ley contra la discriminación por embarazo, entre otros. El uso de la pastilla anticonceptiva y la planificación familiar también fue un logro de la época.

El auge del movimiento de liberación de las mujeres y el feminismo de segunda ola, acompañado de sus diferencias internas, condicionó la cooptación de estas demandas por parte de la industria de los medios y la industria de la moda para favorecer la instalación de un nuevo clientelismo y un nuevo diseño de mujer, pero bajo sus criterios, entre sus límites, funcionalmente agradable para los hombres, de manera tal que asegurara la perpetuación del patriarcado, y poniendo a su servicio esta “nueva alternativa” de ser mujer.

Si las mujeres tradicionales fungían de juezas, las mujeres de nuevo tipo—atraídas por la idea de la liberación y cayendo en la trampa de un nuevo diseño como tendencia— ya estaban lanzadas a una carrera de alta intensidad, compitiendo unas con otras. Tanto aquellas como estas, seguían alimentando algo muy difícil de desterrar: el sexismo.

Estos modelos siguen muy vivos, con un profundo sesgo machista, bajo iguales estándares patriarcales. Y estos diseños toman cuerpo en nosotras, sea tras la fachada de intensas, sea tras la imagen convencional. Seguimos compitiendo como juzgadoras, para agradar más, o mediante la acumulación de éxitos y conquistas. Lo desplegamos en cualquier ámbito, laboral, académico, educativo, social. Así es que dentro nuestro llevamos el cambio. Depende de nosotras, no solo enterrar aquella mujer conservadora, sino sepultar nuestro propio sexismo.

“Sisterhood is powerful”(La sororidad es poderosa), escribía Kate Millet en Política sexual de 1970, eslogan muy potente para la aglutinación del movimiento feminista de aquellos años. Pero fue Marcela Lagarde quien le asignó un contenido político transformador que atendiera también a las clases y grupos subalternos[2], más allá de una hermandad emocional homogénea.

La sororidad[3], entonces, entendida como un pacto cómplice entre mujeres, que define la manera de vincularnos entre nosotras de manera solidaria, que nos compromete a identificar nuestro sexismo internalizado, trabajarlo y desterrarlo de nuestras formas de vida y nuestra forma de relacionarnos, es por tanto la única vía para crear los tejidos, las redes y los grupos de mujeres que permitirán una transformación honesta, antijerárquica y antipatriarcal de las estructuras sociales. Es el pacto político más intrínseco a desarrollar como herramienta fundamental de lucha contra las opresiones patriarcales.

Tenemos que destruir el mujerómetro.

Abracemos la sororidad. Abracemos a nuestras pares. Abrazando en colectiva, nos abrazamos.


[1] bell hooks, “El feminismo es para todo el mundo”, página 34, https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/TDS_map47_hooks_web.pdf

“Hay que transformar al enemigo interior antes de que podamos enfrentarnos al enemigo exterior. La amenaza, el enemigo, es el pensamiento y el comportamiento sexista. Si las mujeres enarbolan la bandera de la política feminista sin abordar y transformar su propio sexismo, el movimiento acabará debilitándose.”

(bell hooks, seudónimo de la autora, escrito en minúsculas)

[2] Lagarde define la sororidad como “amistad entre mujeres diferentes y pares” en Pacto entre mujeres. Sororidad. Marcela Lagarde http://www.asociacionag.org.ar/pdfaportes/25/09.pdf

[3] Miguel de Unamuno, 1921, en el prólogo de Tía Tula escribió: “La observación es que así como tenemos la palabra pa-ternal y paternidad que derivan de pater, padre, y mater-nal y rnaternidad, de mater, madre, y no es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal y lo maternal, ni la paternidad y la maternidad, es extraño que junto a fraternal y frater-nidad, de frater, hermano, no tengamos sororal y sorori-dad, de soror, hermana. En latín hay sorius, a, um, lo de la hermana, y el verbo sororiare, crecer por igual y junta-mente.” https://www.biblioteca.org.ar/libros/656622.pdf

La RAE reconoció el término en 2018 con las siguientes definiciones: 1. f. Amistad o afecto entre mujeres. 2. f. Relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento. 3. f. En los Estados Unidos de América, asociación estudiantil femenina que habitualmente cuenta con una residencia especial.

Madre, mujer negra, migrante nacida en Cuba. Abogada, investigadora, militante feminista y antirracista. Ahora escribidora

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