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Desigualdades de las mujeres negras y mestizas en Cuba: desafíos ante la COVID-19

Son varias las formas de discriminación que, de manera simultánea e interconectada, tienen lugar en los escenarios sociales y económicos. Así como el sexo/género define las brechas existentes entre hombres y mujeres, al interior del grupo social “mujeres” existen otras brechas; entre ellas las que provienen de “la raza”. Las mujeres racializadas nos enfrentamos a las desigualdades identificadas por discriminación sexo/genérica y también a aquellas provenientes de la discriminación racial.

Ciertamente el proceso revolucionario cubano, a partir de 1959, intentó revertir el sistema estructural de desigualdades; sin embargo, persisten brechas sociales y económicas que desplazan hacia los márgenes a las mujeres racializadas en Cuba.

Según el Anuario Estadístico de 2019, las mujeres en edad laboral representamos el 49,5 % de la población económicamente activa; mientras que los hombres alcanzan un 76,9 % en este indicador. La brecha es significativa.

Ahora, ¿qué pasa al respecto con las mujeres racializadas? Las estadísticas recientes no están desagregadas simultáneamente por sexo y raza. El último estudio que entrecruzó ambas categorías, aunque publicado este año, data de 2016.[1] Pero su información aporta luces sobre lo que probablemente sea también la situación actual.

Las desigualdades no se subvierten sin políticas sistemáticas e intencionadas. De la fecha al momento, no las ha habido y, por el contrario, varios estudios siguen alertando y mostrando preocupación con relación a estas problemáticas y a la ausencia de datos oficiales recientes.

Según la fuente mencionada, las mujeres racializadas tenían mayores tasas de desocupación, en especial las mujeres mestizas (4,4 %) con relación a las mujeres blancas (3,3 %) y a las negras (3,0 %) (CPCP-2016).[2] A la vez, son las mujeres blancas quienes ocupan más cargos de dirección y gerencia en todos los niveles de la economía, y son las mujeres negras y mestizas las que, en mayor proporción, ocupamos puestos no calificados o de servicios.

También existe una brecha evidente cuando se analizan los diferentes sectores por actividad económica. En hoteles, restaurantes, ciencia e innovación, por ejemplo, existe sobrerrepresentación de mujeres blancas; mientras que en la construcción, las mujeres racializadas están ligeramente sobrerrepresentadas. A la vez, en los tres sectores los puestos directivos son ocupados en mayor medida por mujeres blancas, y las negras y mestizas tienen mayor presencia en plazas de servicios, oficios y ocupaciones no calificadas.

Esta distribución desigual de categorías ocupacionales y actividades económicas, sin embargo, no responde a los niveles educacionales. Atendiendo al mismo informe censal, las mujeres negras son las que en mayor proporción terminan sus estudios universitarios con un 15,01 %; mientras que las mujeres blancas lo hacen con un 12,92 % y las mestizas con un 12,05 %.

En el sector no estatal de la economía la situación no es distinta. En el año 2012 las mujeres en el sector de Trabajo por Cuenta Propia (TCP) representaban un 15,62 %. De ellas, se calculaba que el 67 % eran empleadas asalariadas y no dueñas de negocios.

Ahora, para ese mismo año y respecto al total de mujeres ocupadas según el color de la piel, teníamos que las mujeres blancas en el sector cuentapropista representaban el 3,56 %, las negras el 2,50 % y las mestizas el 2,67 %. Las mujeres blancas, entonces, estaban sobrerrepresentadas. El patrón de los tipos de cargos y puestos de trabajo que ocupan las mujeres negras y mestizas en la Economía en general se repiten en el TCP.

En 2018 las mujeres representamos el 33,95 % de quienes trabajan en el TCP. La participación de las mujeres aumentó en el sector aunque persiste una brecha considerable. No es posible discernir cómo se ha comportado la participación de las mujeres negras y mestizas porque no hay datos recientes. No obstante, varias investigadoras[3] han llamado la atención sobre las dificultades a las que se enfrentan las mujeres y las poblaciones racializadas para insertarse en el TCP.

Al parecer, a las mujeres negras y mestizas se nos emplea más bien en puestos de limpieza, higiene, doméstica, cocinera, y otros con la misma connotación sesgada por el género y la raza. Además, existen profundas desventajas al momento de encontrar empleo debido a la discriminación racial mayormente evidenciada al momento de ofrecer plazas de trabajo bajo el eufemismo de “buena presencia”, y en otras más evidentes como “se busca empleada blanca”.

Según señalan algunos estudios,[4] son las mujeres racializadas las que también engrosan los números del empleo informal. Por ejemplo, la venta ambulante, el cuidado de ancianos, el cuidado de baños, la limpieza de casas y negocios de manera no formalizada.

También se ha abordado la discriminación étnico-lingüística en el país, aquella que se manifiesta contra un grupo social debido a su origen territorial y a las particularidades lingüísticas con las que se expresan. En este caso, se reproduce contra las mujeres racializadas provenientes del oriente del país, lo que les dificulta aún más encontrar empleo formalizado en el sector cuentapropista. En Cuba son las mujeres las que más migran entre provincias y, a su vez, es la población no blanca (específicamente la negra), la que más lo hace.

Todo lo dicho pone en cifras problemas largamente repetidos: las desigualdades se entrecruzan y algunos grupos están sujetos a más discriminaciones. Las mujeres negras y mestizas cubanas lo están. En la actual coyuntura eso tiene aún más importancia.

Todas las crisis traen consigo la exacerbación del racismo, el regionalismo, la xenofobia y la discriminación en sentido general. De cara a la crisis actual, es probable que las mujeres negras y mestizas cubanas afronten mayores dificultades. Tenerlo en cuenta, aplicar medidas estatales urgentes en su prevención e integrarlas como actoras directas de las soluciones económicas y sociales, son acciones imprescindibles.

Que la crisis no se convierta en la tercera opresión sobre la espalda de las mujeres negras y mestizas en Cuba, dependerá mucho del accionar del Gobierno cubano y las instituciones.

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Notas:

*Las tablas presentadas son fragmentos de las tablas estadísticas de los censos. Los cálculos fueron hechos por la autora.

**Este texto forma parte de una investigación más amplia sobre racialidad y género en Cuba.

***Informes estadísticos oficiales consultados:

Anuario EstadísticoONEI, 2019:

Censo de Población y Viviendas, ONEI, 2012.

Censo de Población y Viviendas según el color de la piel, ONEI, 2016.

Encuesta Nacional de Migraciones, ONEI, 2016.

Encuesta Nacional sobre Igualdad de Género, ONEI, 2016.

[1] El Censo de Población y Vivienda según el color de la piel data del año 2016 pero fue publicado en febrero de 2020 en el sitio web de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).

[2] Censo de Población y Vivienda según color de la piel, La Habana, ONEI, 2016. Los porcentajes se refieren a la proporción dentro de cada grupo, es decir, leída en su estructura vertical.

[3] Pañellas, Daybel (2017): “El cuentapropismo en Cuba. Proyecciones sobre su evolución e impacto socioeconómico y cultural”, en Trabajo decente y sociedad. Cuba bajo la óptica de los estudios sociolaborales, Editorial UH, La Habana.

[4] Romay, Zuleica (2014): Elogio de la altea o las paradojas de la racialidad, Fondo Editorial Casa de las Américas, La Habana.

Foto de portada: Sadiel Mederos, elTOQUE

Publicado en elTOQUE: https://eltoque.com/desigualdades-de-mujeres-racializadas-cuba-desafios-covid-19/

Madre, mujer negra, migrante nacida en Cuba. Abogada, investigadora, militante feminista y antirracista. Ahora escribidora

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