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A Ingrid Escamilla
Yo sí sentí el cuchillo y la carne desgarrada, los odios y la sangre, el llanto imposible al borde del amanecer. Sentí el olor a vísceras de las alcantarillas, el pavor de los ojos arrancados queriendo mirar a las hijas del futuro —sin violencia. Yo también sentí el descarne, como quien rasga una ropa vieja con desprecio, un tirón, y dos, ¡y cientos! Al cuerpo tibio y desordenado lo vi, la cabeza sin rostro contemplando los brazos y las piernas indefensas, amputadas, sin poder huir de la ignominia. Y se repite ese olor a tripas, a miedo, a grasa, a sangre. …